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jueves, 26 de junio de 2014

Albarracín y el tornado - Teruel





   A 37 kilómetros de Teruel, en plenos Montes Universales, se halla la Sierra de Albarracín y en ella la villa que lleva su nombre. Es un pintoresco pueblo, de trazado medieval, enclavado en una rocosa colina junto al río Guadalaviar.

   Este lugar tomó el  nombre del guerrero bereber Aben- Razin, ya que antes de pasar a manos cristianas fue plaza árabe. Tras la Reconquista, Albarracín fue un señorío independiente de Castilla y Aragón, contando con un inmejorable conjunto defensivo. En el año 1300 pasó definitivamente a depender de la Corona de Aragón.

lunes, 9 de junio de 2014

Descubriendo Londres en un día

¿Alguna vez os habéis propuesto recorrer una ciudad tan grande como Londres en un día? Seguro que sí. Con 18 años en un viaje de estudios por Inglaterra me propuse ese mismo reto con unos amigos y la experiencia, aunque agotadora, resultó ser todo un éxito.

Todo comenzó un domingo temprano en la estación de trenes de Eastbourne, a unos 120 kms. de distancia del centro de Londres, o lo que es lo mismo, a apenas 1 hora en tren. Allí se reunieron una francesa, 2 italianos y 4 españoles (suena a chiste ¿verdad?) para recorrer en unas 14 horas la inmensa capital inglesa. Para que os hagáis una idea, Londres es la metrópoli más grande de toda la Unión Europea por delante de París y supera en 3 veces el tamaño de Madrid. Pero éramos jóvenes y decididos y afrontamos el desafío. Ninguno de nosotros había visitado la ciudad con anterioridad por lo que todos queríamos ver lo máximo posible.

La idea consistía en visitar "lo básico" que para nosotros era: Hyde Park, Buckingham Palace, Westminster Abbey, Big Ben & Houses of Parliament, Trafalgar Square, Covent Garden, Picadilly Circus, Tower Bridge, Tower of London, St. Paul's Cathedral, British Museum y los almacenes Harrods. ¿Imposible? Ya veremos.

lunes, 31 de diciembre de 2012

La Cava Baja de Madrid



Durante muchos años un par de veces al día, recorría esta calle tan castiza y popular para ir al colegio. Por aquel entonces mi paso era más veloz, de lo que es hoy en día, todavía sigo recorriendo siempre que puedo esta calle tan antigua como hace años, una calle que me invita a pasear, pero ahora mi destino lo dejo al azar. 


Los edificios de esta calle no han variado mucho, sólo algunos negocios permanecen como recuerdo del pasado y testimonio de lo que fue esta calle en siglos anteriores. Hoy en día la Cava Baja es un lugar de encuentro, buena zona para tomar cañas y tapear, una calle donde abundan bares y restaurantes, frecuentada por madrileños y turistas. Aunque esta abarrotada de gente, sobre todo durante los fines de semana, me encanta ir con mi familia o amigos a comer por esta zona que me trae tantos recuerdos de mi niñez.


Madrid comenzó siendo un pequeño enclave musulmán amurallado que protegía a Toledo de las incursiones de los castellanos. Bajo el dominio cristiano a principio del siglo XII, se construyó una muralla que servía para defender la antigua villa castellana. La Cava Baja era el foso que rodeaba por esta zona la muralla cristiana, para evitar los asaltos por sorpresa.  Discurría desde la Puerta Cerrada (plaza de Puerta Cerrada) y llegaba hasta la Puerta de Moros (plaza del Humilladero).
Cuando se derribó la Puerta Cerrada por considerarse peligrosa, debido a su estrechez y muchos recovecos, donde los ladrones se escondían y asaltaban a los viajeros que la cruzaban. Conocida antiguamente como (Puerta de la Culebra, debido a la figura de una culebra o dragón que había esculpido en la parte más alta). Se empieza a tapar la antigua cava convirtiéndose su trazado en la calle que actualmente podemos contemplar. Se construyen casas adosadas a la vieja muralla, gran parte de las mismas se utilizan como cimientos, desapareciendo de la vista para siempre.


Entre el siglo XVI y XIX en esta calle, se establecieron la mayoría de las posadas y tabernas que recibían a viajeros, labradores y artesanos que acudían a Madrid para vender sus productos. Entre las posadas y mesones que todavía quedan y aún puedes contemplar, se encuentran la Posada de San Pedro o Mesón del Segoviano (actualmente es el restaurante Casa Lucio), la Posada del Dragón, la Posada del León de Oro, la Posada de San Isidro (en la actualidad apartamentos) o la Posada de la Villa (convertida en restaurante).


Aunque hay una gran variedad de posadas y restaurantes, todos muy recomendables, quiero hablarte de la Posada del León de Oro, uno de los últimos superviviente y una de la más representativas de aquellas antiguas posadas de la Cava Baja. Una antigua joya del Madrid más castizo, el edificio en el que se encuentra es la construcción más antigua de esta calle que como ocurre con muchos edificios de este barrio encierran entre sus muros muchas historias. Esta posada fue el lugar elegido para la última reunión de Unos Amigos de Paradores donde tuvimos la oportunidad de disfrutar de este magnífico establecimiento.


Antiguamente por este lugar pasaban un número importante de aventureros, comerciantes y viajeros que para poder alojarse en la Posada tenían que respetar unas normas: no se podía llegar borracho ni más tarde de las 23:00 horas y si entraban juntos un hombre y una mujer tenían que entregar el libro de familia para confirmar que eran matrimonio.
En el año 2001 cierra sus puertas porque el negocio ya no era tan rentable como antes, después de iniciarse un largo proceso de renovación y rehabilitación del edificio en una excavación salen a la luz parte de la muralla cristiana en bastante buen estado de conservación, que quedo oculta al levantarse el edificio. En el 2010, abre de nuevo sus puertas, convertido en un hotel singular. Me encantan estos sitios históricos que vuelven a ponerse en funcionamiento.


Traspasada la puerta de acceso en el vestíbulo donde antiguamente se encontraba las cuadras, te encontrarás con el bar, ideal para tapear, acompañados de un buen vino. Al fondo se encuentra la vinoteca con 300 etiquetas nacionales y el restaurante, que nos depara una sorpresa en el suelo, las mesas están sobre un cristal que permite la contemplación nada más y nada menos que parte de los restos de la antigua muralla cristiana que recorría Madrid. Además la posada cuenta con 17 habitaciones en torno a una corrala.
No es el único sitio de esta calle donde puedes encontrar restos de murallas, también se han encontrado en diversos edificios y patios de viviendas particulares a las que es más complicado acceder. Espero y deseo que poco a poco salgan a la luz más restos de esta muralla que forma parte de la historia de Madrid, sean restaurados y cuidados como merecen.
No dejes de visitar la Cava Baja, una de las calles gastronómicas más interesantes de Madrid. Una calle con solera, llena de contrastes y sobre todo muy animada.

                                                                                                                                                     Rafa       

lunes, 12 de noviembre de 2012

El azafrán, el oro manchego


Amanece en Madridejos, finales de octubre principios de noviembre. Un manto morado cubre los campos, es la rosa del azafrán, esa preciada flor que surge milagrosamente de la tierra cuando empiezan los primeros fríos.


Originario de Asia, fue introducido en nuestro país por los árabes en el siglo IX. Se cultivó por Andalucía y luego más tarde pasó a la región manchega.
El origen de esta flor es un bulbo de pequeño tamaño que se asemeja a una pequeña cebolla. Estos bulbos se plantan a principios de septiembre preferentemente en terrenos de suelos muy ricos. La floración viene efectuándose a partir de últimos de octubre, aunque dependiendo del clima puede adelantarse o retrasarse.
Con las primeras luces del día aparecen las primeras flores. La recogida hay que hacerla diariamente antes de que el sol caliente para evitar que las flores se marchiten. Se recogen una por una, ya cortadas se echan en cestas de esparto o mimbre, tratando que se compriman lo menos posible. La floración de un azafranal puede durar unos veinte días, empezando a disminuir sucesivamente.


Trasladadas las flores a la casa se extienden en el suelo, nunca amontonadas sino en capas no muy gruesas, pues se calentarían y perderían calidad. Tras la recogida de la rosa, viene la segunda parte del trabajo: la monda o desbrizne de la flor. Para ello se coge la rosa con la mano izquierda, se abre y con la uña del dedo pulgar se corta el “rabillo” y simultáneamente se tira de los pistilos con los dedos de la mano derecha. Esta laboriosa tarea es realizada tanto por hombres como por mujeres, pero es al género femenino al que mejor se le da.


"Mondar rosa" es todo un acto social. En los días de mayor producción es habitual ver a gran cantidad de personas alrededor de una mesa, hasta altas horas de la madrugada. Hay que decir que la rosa del azafrán es una flor delicada. Cuando pasa mucho tiempo desde que se cortó la deshidratación hace particularmente difícil la extracción de los pistilos.


Después de la monda hay que tostarlo sobre una estufa caliente, braseros o brasas de fuego. Para tal menester se usan los llamados "ciarzos" que son unos bastidores de madera parecidos a una criba, donde se tuesta durante unos minutos. Para la obtención de un buen azafrán esta fase es importante, la realizan personas que sepan hacerlo ya que de ello depende su posterior calidad y conservación, tras haber perdido en torno al 80% de su peso durante esta operación. Una vez tostado se pesa y guarda en recipientes que aislen su contenido de la humedad y de la luz, almacenándose hasta su entrega en lugares limpios, frescos y secos, estando listo para ser consumido.


El primer año los azafranares no suelen producir flores. Al siguiente y durante dos o tres años más, el azafranar esta en su mejor momento de producción. Generalmente, una familia suele tener dos o tres azafranares de distintas edades de forma que cada año alguno de ellos estén productivos. Entre mayo y junio hay que proceder a "arrancar" el azafranar. Las "cebollas" se reproducen anualmente. Después de seleccionar las mejores, se limpian y se extienden en un lugar seco en espera de volver a plantarlas de nuevo en septiembre. El ciclo vuelve así a comenzar.


Este oro rojo, para muchos es el rey de las especias, imprescindible en un gran número de platos: carnes, pescados, sopas y sobre todo en el arroz (paella). Aunque esta siendo suplantado por sucedáneos. Es utilizado, también pero en menor medida, en la industria cosmética y química. El azafrán de La Mancha es el de mejor calidad de España y puede alcanzar un precio en el mercado de más de mil euros el kilo.
Guardo algunos recuerdos infantiles de largas tardes otoñales, al calor de la lumbre en casa de mis tíos con mi abuela, mondando rosas, hasta que me vencía el sueño bien entrada la madrugada. Lo que nunca se me olvidará por muchos años que pasen sera el olor a azafrán recién tostado (intenso y penetrante) con el que me dormía, difícil de describir.
Según la foto, yo soy el niño de la derecha. Estoy en brazos de mi tía y a la izquierda mía dos chicos y mi apreciada abuela.


Cuando terminé el servicio militar, como no tenía trabajo me fui al pueblo. Mis tíos tenían y siguen teniendo azafrán, estuve con mis primos cogiendo rosas. No me extraña que sea tan caro una vez que llega al mercado, es indispensable doblar bien el espinazo para recogerlas ya que están a ras del suelo. Además ha de realizarse con prontitud, porque la delicada flor se estropea en un breve periodo de tiempo y hay que recolectarla en su punto para que nos dé sus mejores propiedades, es un trabajo muy duro y artesanal. ¿Os imagináis la cantidad de rosas que hay que coger y mondar para hacer un kilo de azafrán?. Se calcula que son necesarias 250.000 flores. Sorprendente, la verdad.
En octubre de 2010, un programa de la serie "Un país para comérselo", recorrió Castilla la Mancha. Mientras Imanol Arias pasea por pueblos de la provincia de Ciudad Real, Juan Echanove se acercó a Madridejos donde descubrió la rosa del azafrán y degustó unas estupendas gachas manchegas.

http://www.rtve.es/television/20111024/pais-para-comerselo-recorre-castilla-mancha-traves-provincias-ciudad-real-toledo/470786.shtml

Las fuentes que he utilizado para hacer este articulo aparte de mis recuerdos, han sido un compañero mio del trabajo, mi tía y mi madre, manchegos de pura cepa que han sido recolectores, mondadores y tostadores.


                                                                                                                                                           Rafa

jueves, 1 de noviembre de 2012

Una tarde en Aranjuez



Aranjuez siempre ha sido una ciudad especial para mí. De niña era una de las excursiones más frecuentes que hacía con mis padres sobre todo en esta época del año, en otoño. Muchas tardes de domingo, soleadas pero frescas, mis padres me llevaban a pasear por sus jardines con dos acompañantes imprescindibles: la cámara de fotos y una bolsa de pipas. 

Años después (bastantes) Aranjuez fue la primera excusión que hice con Julián, mi marido, para mostrarle uno de los lugares favoritos de mi infancia. Hoy me llena de ilusión poder traeros “mi” Aranjuez, tal y como lo veía entonces y como lo disfruto ahora. 
Fuente de Hércules y Anteo

Fuente de Apolo
La visita comienza frente al Palacio, en la impresionante entrada al Jardín del Parterre, presidida por la Fuente de Hércules y Anteo. Atravesamos este jardín y nos dirigimos a la izquierda del Palacio y nos adentramos en mi preferido, el Jardín de la Isla, llamado así porque está rodeado por tres lados por el río Tajo. Se accede a él a través de un puente flanqueado por seis estatuas bajo el que discurre el río. La primera fuente que nos encontramos es la de Hércules e Hidra y más adelante la Fuente de Apolo. En estos pocos pasos ya nos hemos dado cuenta de que la mitología es la gran protagonista de las fuentes de este jardín. 
En el corazón de Jardín de la Isla

Fuente del Reloj
Dejando las bellas formas de Apolo llegamos a la Fuente del Reloj. En este punto recuerdo que yo preguntaba a mis padres: “¿Por qué se llama Fuente del Reloj?, yo no veo ningún reloj”. Y ellos siempre me explicaban con paciencia que recibe este nombre porque la sombra del chorro del agua marcaba las horas en los bordes como un reloj de verdad. 

Escuchando atenta sus explicaciones llegamos a mi fuente favorita: La Fuente del Niño de la Espina o Fuente del Espinario. Siempre me quedaba embelesada mirando al muchacho que intentaba quitarse una espina de su pie. Me acercaba a la fuente cuanto podía como si pudiera ver la espina y ayudarle en su tarea. En la plazoleta que acoge esta fuente hay un cenador en cada esquina con tres bancos. Aquí nos sentábamos a descansar unos instantes (cuando eres niño parece que el camino recorrido es mucho más largo) y observaba la fuente y al niño de la espina, y era en este punto cuando por fin mi madre sacaba la bolsa de pipas, lo que me daba fuerzas para continuar con el paseo. 



Fuente del Niño de la Espina

Dejando esta fuente nos gustaba adentrarnos en la parte más frondosa y laberíntica de los jardines donde nos acompañaba el sonido del agua, el canto de los pájaros y el crujir de las hojas en el suelo. Al pisar las hojas, siempre imagino a las damas de la nobleza de la época paseando por estos jardines y parece que escucho el “fru-fru” de sus enormes vestidos en contacto con las hojas de color ocre. Debo decir, haciendo un poco de Historia, que una de esas damas era la reina Isabel La Católica. Este jardín era tanto de su gusto que pasó a conocerse como Jardín de la Reina. En estos paseos otro de mis recuerdos es el de mi padre cogiendo un erizo caído de los árboles para mostrarme de dónde nacían las castañas. En ocasiones quedaba alguna dentro que limpiaba con cuidado y me guardaba en el bolsillo como un talismán y souvenir de esta excursión. 

Fuente de Baco
Llegando a uno de los extremos del jardín nos encontramos con otra de las fuentes que más me gusta, la Fuente de Baco. Coronado con un racimo de uvas y sentado sobre un tonel alza la copa de vino y casi no podemos resistirnos a alzar nuestro brazo y brindar con él. ¡Salud!. 
Cerca de Baco está la Fuente de Neptuno. Me resulta curiosa ya que bajo el Dios del Mar, en la misma fuente, se encuentra la Diosa Cibeles. Aquí, ambos Dioses, tan famosos dentro del terreno futbolístico, se encuentran juntos y reconciliados al margen de cualquier rivalidad y color. 

Una vez alcanzado este extremo emprendíamos nuestro camino de vuelta donde encontraremos más fuentes: la de Venus, la de Diana… aunque yo he querido traeros mis favoritas. Pero el relato no está completo, falta contar que antes de salir del jardín, era visita obligada ver a los patos nadando en el río (mi amor por los animales viene desde muy pequeña). Solíamos dejar este punto para el final porque podía pasarme las horas muertas observando a los patos y a los peces en su lucha por alcanzar los trozos de pan que arrojaba desde la barandilla. Sí, bueno, mi madre me preparaba un bocadillo para ir a Aranjuez porque decía que pasear por los jardines me abría el apetito y había que aprovechar esta circunstancia. Además, si me terminaba el bocata me compraban una cajita de las famosas y deliciosas fresas de Aranjuez. 


Esta es mi personal visión de Aranjuez, una ciudad con una gran oferta turística y cultural al sur de la Comunidad de Madrid. No sé si será casualidad que hoy resida a apenas cinco minutos de este lugar que recuerdo con tanto cariño. Hoy sigue siendo habitual que en días de otoño soleados me pierda por sus jardines con mi cámara de fotos y me siente a observar al niño de la espina. Quizás allí, nos encontremos algún día.

Vir

lunes, 4 de junio de 2012

Santander, la Marinera

Además de su atractivo turístico, Santander tiene un encanto de ciudad romántica, decadente y decimonónica que con el paso de los años ha quedado relegado a un segundo plano pero que me hace recordar cómo sería su no tan lejano pasado de ciudad de veraneo de nobles y reyes siempre de cara al mar Cantábrico.

Edificio del Banco de Santander en el Paseo de Pereda

martes, 3 de abril de 2012

EL CASTRO DE BAROÑA.




“Conversé con las rocas y como un amuleto
recogí de las rocas el sideral secreto.
Los números dorados
de sus selladas cláusulas me fueron revelados.”
Ramón del Valle-Inclán

Viene siendo creencia bien arraigada que Galicia solo alcanza la excelencia  gracias a sus exquisitos manjares  y por la gracia de algunos de sus caldos. No conforme con esta simplista reducción, aunque sin ánimo de desdeñar en modo alguno sus  finísimos grelos, sus magníficos centollos de ría, las inigualables  filloas de sus abuelas o sus emblemáticos pulpos a feira hechos en humeantes calderos de cobre,- previamente sumergidos tres veces como manda la tradición- y acompañados de un fresco godello, y, sin olvidarme ni de la sin par empanada de chouvas ni de la  sabrosísima tetilla ahumada,   intentaré reconducirles como viajeros hacia  lo que considero que mas debiéramos  valorar de estas tierras: Sus gentes y su historia, su paisaje y su paisanaje.
Mamoas y petroglifos, castros y laberintos de losas oscilantes no son más que mudos vestigios minerales  de un riquísimo pasado histórico formado por un enjambre de etnias y culturas que, con su esfuerzo y creencias, fueron configurando estas, secularmente, olvidadas tierras del noroeste ibérico.
Tierras  que dieran cobijo, entre otros muchos,  a celtas, a judíos y a romanos y a un rosario sinfín de peregrinos de toda clase y origen,  que por meritos más que sobrados son parte indivisible de ese maravilloso entramado antropológico que más de uno ha denominado la España Mágica. Tierras que por su proverbial inaccesibilidad antaño disuadieran a los moros,  tanto,   como retrasan hoy en día a los esforzados constructores del AVE, pero que según cuentan no fue tamaña adversidad obstáculo alguno para los descendientes de Noé, que, tras superar su éxodo diluvial  fundaran Noya, ni tampoco impidiera a Santiago Apóstol arribar por Padrón y ser enterrado en el Campo de la Estrellas, más conocida por Compostela.
Aquellas tierras, que con la imaginación y la socarronería que les es propia a los nacidos entre O'Cebreiro y Fisterra, sirvieran también de caldo de cultivo  de tantos mitos y oscuras leyendas como la de la Santa Compaña y las de los lunáticos licántropos. Tierras de taumaturgos, de mouros y  de meigas,-  que haberlas haylas-, que con sus mágicos ajetreos y encantos rivalizaron, hasta hace bien poco, con los más convencionales sahumerios y pócimas de  más cercanas ascendencias hipocráticas. Cultos, como sus diversas zoolatrías y metamorfosis que por seguro arrancan de los mismísimos Rómulo y Remo, y que  fueron gestándose en oscuros encuentros terrenales  entre zoántropos hartos de orujos varios y algunas crédulas y otras  no tanto. Y otros mitos, mas marítimos, como aquel en el que se atribuye al origen del primer finisterrano al fruto del  engarce mágico, por no poder  ser  del todo carnal,  entre un lobo marino oriundo de las  cercanas islas Lobeiras y una simpática sirenita que aleteaba por allí...
Pero no siendo este sitio para mayores divagaciones y encantamientos  sobre estas tierras de clima tan singular, de olas que preñan a las vírgenes,  de plenilunios  sofocantes,  zarzuela de celtas y judíos y  lóbregas procesiones de  hoces y cruces, oscuros espectros   y demacradas  matronas, les propongo una visita a  uno de mis lugares preferidos de toda la particularísima geografía esotérica gallega. Tan es así, que cuando tenga a bien en hacer públicas mis últimas voluntades transmitiré a mis herederos, junto a mí escaso y menguante  caudal,  la gran responsabilidad de esparcir mis cenizas por tan emblemático lugar:
Para los que todavía creen que no puedo ser conciso y a aquellos exploradores virtuales, que tanto proliferan últimamente, les informo que  el enclave  conocido por el Castro de Baroña se sitúa exactamente en las siguientes coordenadas GPS: 42°41'41.40"N - 9°1'57.10"O.
 Para  todos los demás, les diré, que lo encontrarán en la Parroquia de Baroña, Municipio de Porto Do Son, provincia de A Coruña, en la carretera de Noya a Ribeira, cerca del km. 92, cogiendo un camino más o menos indicado que desciende hacia la costa y a unos 500 metros saliendo en ángulo recto  hacia el Oeste de donde forzosamente hay que aparcar el coche en las cercanías de un bar llamado O Castro.
Pero, con el fin de  no perder mis buenas costumbres aclaratorias no puedo  omitir el reseñar que el Castro de Baroña es un enclave costero, alzado sobre una península situada allá en donde se hunde el sol en el Atlántico y  donde, entre abigarrados y punzantes toxos, se esconden, desde tiempos inmemoriales, un gran número de petroglifos, mamoas y dólmenes esparcidos por toda la ladera occidental de la bellísima Sierra de la Barbanza que, como una gran lanza separa las sinpares rías de Noya y Muros con la de Arousa y que forman parte inequívoca del inventario intemporal  de los activos  culturales de estas Tierras Mágicas.
Podría continuar diciendo que el  Castro de Baroña  data  de unos dos mil años atrás  y que sus dos murallas protegían a la veintena de viviendas que de planta circular constituían este asentamiento celta. Sin embargo, dejo la descripción de los aspectos meramente 

arqueológicos  del enclave a la muy socorrida Wilkypedia puesto que  de seguro será mucho más precisa y fiable que cualquiera otra que pudiera yo hacer como lego en tan lejanas humanidades celtas,  así como,  delego también en las fotos que se acompañan, que valen por si solas más que mil de mis remembranzas y que tuve el privilegio de poder sacar hace  tan solo unas escasas semanas.
Pero, por otro lado, debo de confesar que no puedo resistirme a concluir  esta breve reseña sobre el Castro de Baroña  sin mencionar unos hechos que de alguna forma puedo aseverar que fui testigo de los mismos mientras iban transcurriendo a lo largo de los últimos cinco lustros:
Cuando visité el Castro de Baroña por primera vez, apenas era conocido; quizás  tan solo  por algunos  pescadores que al atardecer añoraban aprehender alguna escurridiza robaliza.


Por aquel entonces, finales de los setenta y primeros ochenta del siglo pasado, los restos arqueológicos del Castro, si bien habían sido perfectamente catalogados en tiempos de la II República, no eran más, todo hay que decirlo,  que unas pocas piedras en busca de su pasado y que apenas evidenciaban la existencia de un asentamiento celta a los ojos de un profano en arqueología.
Sin embargo el lugar era, aunque todavía poco, más conocido por tener en su flanco suroeste una de las playas más hermosas de toda España: Arealonga.
La playa en cuestión, de  acceso nada evidente y que apenas se vislumbra desde la carretera, solo era escasamente frecuentada en aquella época por una familia de rubicundos teutones que lucían orondas y rosáceas sus adiposas anatomías tal como Odín los había traído al mundo.  En la intimidad que deparaba aquel solitario paraje disfrutábamos, ellos en un lado, y mi familia al otro, de la belleza sin par de aquella maravillosa playa  situada media legua mar abierto de la bocana de la ría de Noya y de Muros. Tumbados sobre sus blancas y ondulantes arenas contemplábamos a contraluz el atardecer sobre el bello enclave del Castro, y más allá, al otro lado de la ría al granítico y encendido  roquedal del Monte Pindo, conocido como el Olimpo Celta, y como no, a la ineludible,- en todo relato galaico que se precie-, lejana mole del cabo de Finisterre mientras el sol se ponía en forma de sombrero e iba siendo engullido por un horizonte de luces violáceas que no distinguía claramente   entre aguas procelosas, brumas veladas y vestigios protohistóricos.


Pasaban los veraneos y los vikingos volvían fiel a su cita cada año más empecinados si cabe  en conseguir su anhelado pero  imposible moreno integral  pero,  acompañados de otras familias y amistades que tenían sus mismos y desprendidos hábitos playeros. Poco a poco también fueron apareciendo los primeros autóctonos, en su mayoría de Santiago,  que disfrutarían, ellos también y en total respeto hacia los demás, de la libertad epidérmica que reinaba en todo este maravilloso recinto costero.
Pero, un buen  día del Señor  del verano de 1981 aquellas licencias libertarias y barbaros hábitos, o más bien, la ausencia total de los mismos,  llegaron a los oídos de D. Sabino, a la sazón párroco de la cercana peanía de Baroña que ni corto ni perezoso, y muy indignado, organizó lo que luego sería considerado como uno de los últimos episodios de la España más negra y que solo fuera superado por la muy cinematográfica matanza de Puerto Hurraco:
Reclutó a cuanta parroquiana  vestida de negro pudo y armadas de estacas fueron una docena de ellas  en tenebrosa  procesión a ahuyentar a todo aquel que contraviniera  la constreñida moralina de Don Sabino, emulando  a  la mismísima  Santa Compaña en busca de la imperiosa redención de las  almas  descarriadas  mediante la imposición de  tan píos como firmes  garrotazos sobre sus desamparadas aunque, al parecer, tan pecadoras como bronceadas constituciones.
En pleno despertar de las libertades democráticas Don Sabino se autoerigió en anacrónico paladín de la nueva Inquisición. Pivotó sobre él toda una ardua polémica mediática, vecinal, provincial, llegando incluso a ser nacional y hasta judicial,  sobre la licitud de tan licenciosas costumbres nudistas importadas de pérfidas y lejanas  latitudes. Se formó una Plataforma Nudista que contó con ilustres defensores como el ínclito escritor Torrente Ballester, al que, desde la admiración y con todos mis respetos, me lo imagino más escribiendo en su intima soledad  sobre sus gozos y sus sombras que en una reivindicación pública  a pecho descubierto y calzón quitado…
Por otra parte, es bien sabido por todos que  la Iglesia siempre ha destacado por sus ancestrales conocimientos de las artes mercadotécnicas  y por su capacidad divulgativa, urbi et orbi, de sus ecuménicos mensajes. En ese sentido, tal cruzada, al más puro estilo Torquemada, tuvo como resultado lo inevitable: La llegada masiva, incluso en caravanas organizadas de autocares procedentes de las cuatro esquinas de la geografía patria, de un ingente colectivo de nudistas ya fueran estos curtidos y avezados o advenedizos repletos de ganas de reivindicar  la inocencia perdida por cuarenta años de oscurantismo mediante la exposición y el bronceado urgente de sus partes más blanquecinas y pudibundas y  sobre todo,  de ganar la batalla a la intransigencia  más rancia y  carpetovetónica mediante la simple y pacífica  exhibición corporal colectiva  y el despelote mas masivo y festivalero.
De los vikingos nunca más se supo. Pero a partir de entonces el antes solitario y desconocido Castro de Baroña adquirió, gracias a la actividad pastoral de D. Sabino, que Dios tenga en su gloria, una merecida notoriedad monumental de la que antes carecía, hasta el punto, que podemos decir sin temor alguno a equivocarnos  que dicho boom de  nuevos visitantes eran alentados en su inmensa  mayoría  por el morbo mediático que acompañaría  al enclave y sus aledaños durante los siguientes años, sin animo alguno de  desmerecer para nada los méritos arqueológicos y paisajísticos inherentes a tan polémico como espectacular y esotérico enclave gallego.
Desde entonces no hay temporada que no visite el Castro ni deje de bañarme  en la playa de Arealonga. Esta, debo decirlo, ha pasado por diversas etapas. Desde, en la que corriendo la segunda mitad de los ochenta los más radicales nudistas te hacían casi sentir  vergüenza por ir  vestido ya que  corrías el riesgo de ser anatemizado públicamente  por mirón   y en la que podías ser incluso increpado y excluido si no te exponías como ellos,   a otras más sosegadas y tranquilas,  como en  la  actualidad. Porque hoy en día conviven pacíficamente, gracias a Dios que no a Don Sabino, junto a jóvenes surfistas y amantes de la más rancia  arqueología celta,    tanto nudistas bien  bronceados hasta en sus más íntimos repliegues, la mayor parte de ellos evidenciando un buen cúmulo de experiencia en estas prácticas desinhibidas marcando  arrugas, descuelgues   y abombamientos varios un tanto alejados de los cánones más ortodoxos de la estética convencional,-¿serán los mismos que los de los ochenta?,- como  otros bañistas  de piel menos expuesta  que no parecen comulgar con estas demostraciones públicas de pubis  impunemente expuestos al no tan clemente sol gallego y que simplemente van ahí a disfrutar de un enclave maravilloso para pasar un buen día de playa.
 Por suerte, la sensatez cívica  y la temperatura nada templada de estas aguas en las que no hay quien se bañe ni tan siquiera con traje de baño,  han disuadido a los curiosos eventuales y   hecho que poco a poca la normalidad y casi su  aislamiento primitivo hayan vuelto a este inolvidable paraje.
Como beneficio colateral involuntario originado por toda esta publicidad gratuitamente difundida por el párroco de Baroña y su coro de parroquianas bien intencionadas y mejor adoctrinadas, se materializó, a partir de 1984, y, gracias a los buenos quehaceres profesionales de Francisco Calo, Teresa Lourido  y Ánxel Concheiro en la obtención de  los  tan demandados medios públicos necesarios para la  reconstrucción fiel de buena parte del poblado celta del Castro de  Baroña tal como lo podemos visitar hoy en día. Es decir, lo que podemos ver ahora  del maravilloso Castro de Baroña, son, más piedras,  murallas mayores y más y mejores restos del  primitivo asentamiento celta. Nada que ver con lo  que se podía quizás intuir antes de los mediáticos sucesos que acabamos de comentar.
Gracias  Don Sabino. Yo personalmente no le nominaría al Príncipe de Asturias de la Concordia, pero estoy seguro que tendría alguna posibilidad para optar a la medalla de bronce  al  Mérito Turístico,  a título póstumo.  Esta, al menos,  sí se la merece.
Fernando Diago
Aprendiz viajero

viernes, 30 de marzo de 2012

Un verano en Cabrales

Por motivos laborales, mi padre ha tenido que trabajar fuera de Madrid en muchas ocasiones a lo largo de su vida. Por esta causa, en algunas ocasiones, y siempre dependiendo de la distancia que le alejaba de nosotras, mi madre y yo organizábamos una mudanza en toda regla y nos íbamos a pasar una temporada con él.
La última de estas ocasiones fue en el verano del 1998 y el lugar que elegimos fue el Concejo de Cabrales, en Asturias, donde mi padre construía el Funicular a Bulnes.
Lago La Ercina
Un caluroso día de Julio, nos metimos en el Opel Corsa con media casa a cuestas y el gato y nos fuimos para el apartamento que alquilamos a pasar el verano fresquitos, en plena naturaleza y respirando aire de la montaña.
En aquella época yo aún estaba estudiando en la facultad y no trabaja ni tenía ingresos así que mi chico se vino a pasar una semana con nosotros.
Nos organizamos bien y pudimos recorrer el pueblo donde teníamos el apartamento, Arenas de Cabrales en su totalidad, yendo a comprar "bollus preñaos" a la panadería, jugando a ver pasar las truchas en el río desde el puente y entrando en las tiendas de souvenirs.
Por el día conocíamos la zona organizando caminatas por los alrededores y por las noches salíamos a dar un paseo con chaqueta por el río y a cenar todos juntos a un restaurante cercano que tenia una tarta de queso con arándanos espectacular. Los fines de semana hacíamos turismo con mis padres. También frecuentábamos una terraza donde escanciaban una sidra casera y ponían unas raciones de chorizo deliciosas.

En lo gastronómico hay que afirmar que Asturias es unos de los lugares donde mejor he comido fuera de casa en cuanto a cantidad y calidad. Unas carnes excelentes, jugosas, los embutidos riquísimos y qué pan.... siempre se puede repetir o te dejan el puchero en la mesa. Se me hace la boca agua!!

Yo ya conocía un poco esta zona de Asturias por un viaje de fin de curso que realicé durante mis años de instituto e hice de "cicerone" a mi novio. Comenzamos nuestro periplo yendo a ver el Santuario de la Virgen de CovadongaCangas de Onís y los Lagos de Covadonga. Fue un día estupendo, aprovechado al máximo en el que brilló el sol.
En la subida en autobús a los lagos conocimos a unos sevillanos que habían estado en las cabañas de los pastores comprando queso Gamoneu y mi chico, ni corto ni perezoso, se arrimó a ellos con carita de pena hasta que le ofrecieron un trocito. Poco más y se come el queso entero. ¡Qué apuro pasé con él, aunque ahora me río al recordarlo!

Llanes
Otro día con mis padres, nos acercamos a la costa, al pueblo de Llanes, un lugar pintoresco con una playa muy limpia pero con el agua tan fría que no pudimos bañarnos a pesar de estar en pleno mes de Julio.

Pero sin duda, el día más completo fue el que empleamos en realizar la Ruta del Cares, ese desfiladero que ha labrado el río Cares, al que sólo puede accederse a pie y que separa la provincia de León de la de Oviedo. La suerte es que la ruta de Cares empieza o finaliza (como quiera interpretarse) en Poncebos, el pueblo donde mi padre estaba construyendo el funicular, a un paseo de nuestro apartamento. Podéis imaginar que en aquellos años no teníamos coche pero para eso estaba el autobús. Nos informamos y averiguamos que a primera hora de la mañana salía un autobús de línea con destino a Cangas de Onís donde podíamos enlazar con otro que, con destino Riaño, nos dejaría al inicio del lado opuesto de la ruta, en la parte leonesa, o eso creíamos nosotros. Tras más de 2 horas de viaje por una carretera nacional inverosímil por sus estrechez y las curvas, el conductor del 2º autobús nos anunció que los que íbamos a realizar la ruta del Cares podíamos bajarnos en el siguiente pueblo, Posada de Valdeón.



Ruta del Cares

Equipados con nuestro kit de senderismo, nos dirigimos al punto de información para constatar que estábamos a 9 Km. de Caín, el inicio de la ruta y que debíamos recorrerlos a pie ya que los autobuses no podían transitar por la estrecha y empinada carretera.
¡¡Eso nos supondría unas 3 horas de caminata sólo para llegar al comienzo de la ruta que tiene 12 Km.!! Fue un pequeño error de cálculo por nuestra parte pero con 20 años todo se ve con optimismo y afrontamos el camino. Hacía un sol abrasador y las rampas del 20% hacían mella en nuestras piernas. Nos adelantaron varios coches que no se detuvieron. El paisaje era precioso y tranquilo al mediodía, solo se escuchaba el canto de los pájaros y el agua y nos rodeaban altas montañas cuando por fin, una explanada con unas casas nos indicó que entrábamos en la aldea de Caín. En este lado se encuentran, a mi parecer, las mejores vistas de la ruta con una serie de grutas y miradores sobre el río que te dejan boquiabierto. Desde aquí ya no encontramos ningún gran desnivel, la senda es llana y transcurre pegada al canal a una altura considerable por encima del río que ha horadado un profundo desfiladero.

Agotados y con las piernas cargadas tras el descenso final hasta Poncebos alcanzamos nuestro objetivo, completar la ruta de 12 Km + los 9 Km extra e inesperados, 21 Km. en total en algo más de 6 horas y media.
Ni qué decir tiene que las agujetas de esta excursión nos duraron varios días pero la satisfacción por el esfuerzo realizado nos durará toda la vida.

Ese verano para mí será muy difícil de olvidar y recordaré Asturias como un auténtico paraíso natural.

Escrito por LaSusi

lunes, 19 de marzo de 2012

La última morada de Fernando el Católico



Muchos sabréis que en Sos del rey Católico (Zaragoza) nació el rey Fernando el Católico, pero pocos saben que su última morada fue Madrigalejo (Cáceres). Esta localidad próxima a Guadalupe es famosa entre otras muchas cosas por ser el lugar donde murió este rey, redactando aquí su testamento y sus últimas voluntades.
Enero de 1516, la Comitiva Real se dirige camino de Guadalupe procedente de Trujillo. Llegan hasta Madrigalejo donde, a causa de un agravamiento en la enfermedad que padecía el rey, buscan refugio en la llamada casa de Santa María, propiedad de los monjes del Monasterio de Guadalupe que, además de la casa,  poseían grandes fincas.

Casa de Santa María, Madrigalejo

Acompañado por su segunda esposa, la reina Germana de Foix, por su nieto el infante don Fernando de Aragón y el Duque de Alba, entre otros, y vestido con el hábito dominicano, el rey fallece en una ventosa y fría madrugada el 23 de enero a los 63 años de edad.
Fue enterrado de forma provisional en la iglesia parroquial de Madrigalejo. Ese mismo año sus restos mortales fueron trasladados al convento de San Francisco en la Alhambra (Parador de turismo) donde también reposaban los restos de Isabel la Católica. Más tarde volvieron a ser trasladados de forma definitiva a la cripta de la Catedral de Granada.

Acceso a la Casa de Santa María

Antes de morir Fernando, en su lecho de muerte, modificó su testamento dejando como heredera de todos sus reinos a su hija Juana, saliendo reforzada la figura de su nieto el príncipe Carlos de Habsburgo y  dejando como regente de Castilla al cardenal Cisneros en espera de la llegada del futuro Emperador.

Recreación de la habitación donde murió el rey Fernando

La casa de Santa María donde murió Fernando el Católico ha recuperado hoy el esplendor que corresponde al lugar en donde se decidió la unidad de los reinos de España como nación.

Centro de interpretación de la Casa de Santa María

El centro permanece abierto solo los fines de semana de siete a nueve de la tarde 



Rescatada de la ruina y del cruel destino que amenazaba en convertirla en una taberna, esta casa también fue utilizada como pajar y como almacén de cemento.

Museo Municipal con hallazgos arqueológicos y utensilios de la vida de antaño

Pocos son los restos de sus primitivos muros. El amplio recinto que ocupaba en el pasado son hoy varias casas de vecinos. En 1980 es declarada Monumento Histórico Artístico y adquirida por Hidroeléctrica Española que inició una profunda rehabilitación, salvando así este edificio de la ruina amenazante en la que se encontraba. Se respetaron escrupulosamente todos los materiales que pudieron ser salvados. Tanto la techumbre como la estructura del aposento donde falleció el rey Fernando son originales. Sin embargo la decoración interior está ambientada en una recreación histórica: muebles, suelos de barro y frisos de azulejos talaveranos, que reproducen los escudos de Castilla y Aragón. En el exterior una placa rememora aquel acontecimiento histórico.

Sala original que ocupó el rey en el momento de su muerte


Falleció el muy alto y poderoso Rey Don Fernando el V. De gloriosa memoria. Aquí en esta cámara de Madrigalejo. En la casa de Nuestra Señora de Santa María de Guadalupe. Miércoles día de San Ildefonso entre las tres y las cuatro de la mañana que fueron XXIII días del mes de Enero de MDXVI ".







La casa de Santa María no sólo tiene la importancia de haber sido donde Fernando el Católico pasó sus últimos días, sino de ser el sitio donde el monarca redactó su último testamento.



Madrigalejo está situado en una amplia llanura bañada por el río Ruecas. En sus alrededores se han encontrado restos celtas: dos verracos de granito, del siglo III A.C que se encuentran en el Museo Arqueológico de Cáceres y un pendiente de oro depositado en el Museo Arqueológico de Madrid. Además de numerosos restos romanos, mosaicos y una estatuilla de mármol blanco representando a Diana cazadora que se encuentra en el Museo Arqueológico de Cáceres. De la dominación árabe son numerosos los restos encontrados de una fortaleza o el pavimento de una mezquita con excelentes baldosas.

Iglesia de San Juan Bautista
En la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, cuenta una leyenda, que en su campanario una de las campanas era de oro y en uno de los ataques realizados por los moros, los cristianos, para que no la robaran, la llevaron rodando hasta el cerro del Castillejo, lugar donde se encontraba el castillo arrojándola a un pozo de gran profundidad. Como todas las leyendas se cree que no es real ya que en aquella época todavía no estaba construida la iglesia, pero cada cual que crea lo que crea conveniente.

Iglesia de San Juan Bautista

Así es Madrigalejo, el pueblo que fue la última morada del rey Fernando el Católico.


Loli

viernes, 27 de enero de 2012

El Teatro Romano


Es por todos conocido que el Imperio Romano dejó un huella imborrable en la Península Ibérica, prueba de ello son las numerosas muestras de su arquitectura que han llegado hasta nuestros días (el acueducto de Segovia, el teatro y el anfiteatro de Mérida, las termas y el teatro de Zaragoza, el arco de Medinaceli o la muralla de Zamora) pero más importante aún ha sido su contribución social y sobre todo artística. 

Además de los citados monumentos arquitectónicos, el arte romano del teatro, heredado a su vez de los griegos, fue ampliamente desarrollado en la época de mayor esplendor del imperio. Las representaciones teatrales eran un acontecimiento extraordinario en la vida de las gentes que vivían en las provincias de Roma. Uno de los mayores autores romanos que destacó por sus comedias fue Plauto.

Plauto consagró gran parte de su vida al teatro, en concreto a la comedia, primero adaptando obras de los griegos aunque después escribió grandes obras llenas de humor y equívocos que hacían las delicias de los asistentes como Anfitrión o Aulularia (más conocida como la Comedia de la Olla).

En mi etapa estudiantil tuve la suerte de contar con dos grandes profesores de letras en el instituto que se preocuparon mucho de enseñarnos algo más que a declinar y traducir largos textos del griego o del latín al castellano. En aquella época tuve el privilegio de asistir 2 años consecutivos a varias representaciones teatrales clásicas en la ciudad romana de Segóbriga (Saelices, Cuenca) interpretadas por grupos universitarios de teatro españoles y europeos.



Así pues fue cómo, tras leer las comedias de Plauto durante el curso, pude tener la satisfacción de verlas representadas en un auténtico escenario romano, el teatro romano de Segóbriga, con una puesta en escena de lo más original y por supuesto, ya en castellano. 

Sobre Segóbriga, tengo que añadir que la visita a sus restos (aunque sea sin representación teatral de por medio) es más que recomendable ya que la villa ocupa gran parte del cerro en el que se asienta y conserva en bastante buen estado muchas de sus principales edificaciones (teatro, anfiteatro, las termas, parte de su muralla y el trazado de su foro). La ciudad fue celtíbera antes que romana y hacia el río Cigüela podemos ver los restos de una necrópolis anterior al asentamiento romano. El yacimiento cuenta además con un centro de interpretación/museo muy educativo donde de encuentran los restos de enseres hallados durante las excavaciones (vasijas, monedas, aperos agrícolas, joyas...).       http://www.segobrigavirtual.es/

El Festival Juvenil Europeo de Teatro Grecolatino de Segóbriga se lleva a cabo normalmente en primavera, hacia el mes de mayo, con gran afluencia de público estudiantil y suele estar muy animado. Es aconsejable hacer coincidir la visita con estas fechas para aprovechar y poder asistir a alguna de las representaciones teatrales en este lugar histórico.
Para completar la visita a este enclave manchego, podéis acercaros al Monasterio de Uclés, también conocido como el Escorial de la Mancha, situado a muy pocos kilómetros de aquí. Para los aficionados al cine español, sólo comentaros que varias escenas de la película Alatriste fueron rodadas en este edificio que destaca por la sobriedad de sus líneas y sus imponentes dimensiones que lo hacen visible incluso desde la autovía de Valencia. El monasterio, de estilo barroco, se puede visitar libremente así como la localidad de Uclés que cuenta con una bonita plaza empedrada, algunas casonas blasonadas y un arco de entrada justo enfrente de la Fuente de los Cinco Caños.

Ya sabéis que además del Festival de Teatro de Mérida tenéis otra cita a la que asistir en Segóbriga.
El teatro clásico como la arquitectura es otro tipo de arte que debemos preservar como legado de nuestros antepasados.
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