Antes de que la denominada "Primavera Árabe" comenzara a muy pocos kilómetros de Sidi Bou Said, tuvimos la oportunidad de viajar a Túnez para realizar un circuito por todo el país de unos 3.000 kms. de recorrido y una semana de duración.
De este viaje guardo unos recuerdos fantásticos y conocí una gente maravillosa además de un país muy moderno y joven con ganas de abrirse hacia Europa y desarrollar su potencial pero preservando al mismo tiempo sus costumbres y su gran patrimonio cultural e histórico.
Sin duda el lugar que más me caló fue Sidi Bou Said, emplazado en la costa, muy cerca de las ruinas de Carthago (cuna de la civilización púnica y puerto estratégico en la antigüedad) y la capital, Túnez.
Fue una suerte visitarlo a primera hora de la mañana, lejos del bullicio de los turistas que recalan allí cada día desde los cruceros por el Mediterráneo.
Desde muy temprano Sidi se inunda de sol y se pueden recorrer sus calles sin prisa, disfrutando de rincones desiertos o de una escalera que sube a un tejado y nos descubre una magnífica postal y sobre todo contemplar las vistas al mar azul, azulísimo desde tan privilegiada atalaya.
El elemento más peculiar de Sidi son sus casas encaladas de blanco con las puertas y ventanas pintadas de azul, prácticamente todas las viviendas siguen esta norma pero hay otras con puertas amarillas o plagadas de enormes buganvilias que lo llenan todo de color y optimismo como el de sus gentes.
Según los tunecinos el color azul es símbolo de buena suerte y por eso decoraron el pueblo así. Todo un acierto porque esta seña de identidad dota a Sidi de un encanto típico mediterráneo y lo diferencia de otras poblaciones.
Una vez traspasado el arco de entrada, Sidi Bou Said nos dejará boquiabiertos y agotados por igual debido a su empinado y estrecho trazado urbano con el consabido empedrado y unas interminables cuestas
Las tiendas de souvenirs, las platerías y las tiendas de alfombras y de cuero esperan al turista pero no hay que dejarse embaucar por el mundano placer de comprar si uno no quiere. Se puede visitar algún mausoleo o dirigirse a la casa de Dar el Annabi, una preciosa y bien conservada vivienda tradicional tunecina que perteneció a un juez local. Aquí conoceremos las costumbres familiares y gozaremos de unas vistas privilegiadas de la ciudad desde su azotea. Es un buen refugio para los que huyen del sol buscando un lugar donde sentarse y degustar el famoso té tunecino con piñones.
La luz penetra por todos los lugares incluso en las calles más estrechas y el reflejo del mar invita al paseante a intentar captar todo esto en una fotografía, un instante que poder llevarse a casa de recuerdo para siempre.
No en vano, hace algunos años Sidi Bou Said se convirtió en refugio para artistas locales e internacionales que fijaron su residencia aquí sin duda atraídos por el paisaje, la luz y la tranquilidad que desprende este pueblito costero.
A aquellos que queráis visitarlo os recomiendo contratar un transporte privado con guía local para sacar el máximo partido de la visita y elegir un día que no lleguen demasiados cruceros al puerto de Carthago. Sólo así podréis disfrutar realmente de la belleza de Sidi Bou Said.
Susana