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lunes, 30 de diciembre de 2013
Seúl, Corea del Sur (1ª parte)
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Ubicación:
Seoul, South Korea
jueves, 19 de septiembre de 2013
100.000 gracias a todos
Todo comenzó por casualidad, los integrantes de este blog nos conocimos en una reunión en un parador y a partir de ahí se fue confeccionando una amistad por nuestra afición común a viajar y a alojarnos en estos lugares llenos de historia y arte.
Nos mueve el puro entretenimiento, nos gusta contar donde hemos estado, mostrar con vídeos y fotos los rincones que nos han llamado la atención por cualquier motivo, artístico, paisajístico o cultural. En definitiva nos apetecía compartir nuestras experiencias, sin ningún afán de protagonismo, sólo por puro placer de exteriorizar lo que nos llena conocer ciudades, pueblos, restaurantes, paradores o cualquier expresión artística.
Lo que no esperábamos es el alcance que estamos teniendo y por eso agradeceros a todos los que habéis colaborado en nuestra pequeña aventura. Cada una de las 100.000 visitas habéis aportado algo, nos ayudáis a continuar con nuestro pequeña afición.
Intentamos poco a poco mejorar la página para que a nuestros lectores les sea más fácil la búsqueda de lugares que conocer y visitar. Una de la novedades que vamos a incluir en los próximos días serán la publicación de rutas de uno o varios días por distintas regiones para así poder conocer o hacerse una idea general de lo que ver en una zona geográfica concreta.
Gracias a los lectores por seguirnos y mención especial a los que habéis aportado con vuestros textos y fotos a la elaboración de este blog. Abiertos estamos a cualquier propuesta para mejorar, estáis invitados a colaborar con comentarios o cualquier aportación, la valoraremos. Nos vemos en cualquiera de los lugares que os enseñamos.
Nos mueve el puro entretenimiento, nos gusta contar donde hemos estado, mostrar con vídeos y fotos los rincones que nos han llamado la atención por cualquier motivo, artístico, paisajístico o cultural. En definitiva nos apetecía compartir nuestras experiencias, sin ningún afán de protagonismo, sólo por puro placer de exteriorizar lo que nos llena conocer ciudades, pueblos, restaurantes, paradores o cualquier expresión artística.
Lo que no esperábamos es el alcance que estamos teniendo y por eso agradeceros a todos los que habéis colaborado en nuestra pequeña aventura. Cada una de las 100.000 visitas habéis aportado algo, nos ayudáis a continuar con nuestro pequeña afición.
Intentamos poco a poco mejorar la página para que a nuestros lectores les sea más fácil la búsqueda de lugares que conocer y visitar. Una de la novedades que vamos a incluir en los próximos días serán la publicación de rutas de uno o varios días por distintas regiones para así poder conocer o hacerse una idea general de lo que ver en una zona geográfica concreta.
Gracias a los lectores por seguirnos y mención especial a los que habéis aportado con vuestros textos y fotos a la elaboración de este blog. Abiertos estamos a cualquier propuesta para mejorar, estáis invitados a colaborar con comentarios o cualquier aportación, la valoraremos. Nos vemos en cualquiera de los lugares que os enseñamos.
Unos amigos de Paradores
jueves, 7 de marzo de 2013
Lorca, comprometida con su cultura y su pasado, trabaja y mira con esperanza su futuro - Murcia
Una visita a Lorca debería ser
imprescindible por varios motivos. Como turistas podemos conocer una preciosa
localidad y, como visitantes podemos apoyar a los afectados por el terremoto
sufrido y ayudar, en la medida de nuestras posibilidades, a levantar su ánimo y
cooperar en la reconstrucción de su patrimonio, que es el de todos.
Paseando por sus calles podemos
ver numerosas casas señoriales, palacetes e iglesias. En la Colegiata de San
Patricio o en la iglesia de Santiago se están arreglando los devastadores daños
sufridos. Durante el recorrido también se llega al porche de San Antonio,
antigua puerta medieval. Otros sitios de interés son la Plaza de España, la Casa del Corregidor, el Palacio
de Guevara y el Centro Regional para la Artesanía.
La tradición histórica del
bordado en Lorca plasma el arte del bordado en sedas, terciopelo y rasos. Los
Museos del Bordado de los Pasos Azul, Blanco, Encarnado y Morado exhiben una
muestra de los mejores trabajos de estas Cofradías. En ellos se pueden ver
mantos, estandartes y diversas vestimentas con figuras de la mitología
greco-romana, personajes bíblicos y religiosos.
El Conjunto Monumental de Santo
Domingo es la sede del Paso Blanco, alberga la imagen de la Virgen de La Amargura , cuenta también con el Museo de Bordados con
más de 1.500 piezas.
El 11 de mayo del año 2011, un
terremoto azotaba Lorca de forma violenta, meses después sufrió inundaciones,
todo ello causó varias victimas e innumerables daños materiales y agrícolas,
muchas familias tuvieron que ser desalojadas de sus viviendas.
El desconsuelo se apoderó de sus
habitantes, se han recibido ayudas de todo tipo, aunque nunca son suficientes. Se
han visto comportamientos ejemplares, se está trabajando duro, pero queda mucho
por reconstruir. El ánimo de sus gentes es lo mejor que tienen y se plasma en
la sencilla frase de un joven lorquino “Lorca, cuando más triste estés, más te
quiero”
Inma
Ubicación:
Lorca, Murcia, Spain
jueves, 20 de septiembre de 2012
Recuerdos que no se borran
En este voluntarioso esfuerzo Isabel y Pedro propietarios del chiringuito playero donde comíamos unos deliciosos pescados a la espalda acompañados de papitas arrugás con mojo, pan con ali oli y ensalada de lechuga y tomate que no probé para no engordar todavía más. Tina y Fredi los camareros me servían las cervecitas y el ron amarillo Areucas (copa regalo de la casa) y Aymara, una encantadora cubana de ojos azules y sonrisa eterna nos reservaba y preparaba la mesa para que no tuviéramos que esperar para comer en un chiringuito que, por su calidad y precio, siempre estaba a reventar. A ellos, repito, les debo culpar de ese par de kilos, quizás tres, que se han empeñado en alojarse a la altura del cinturón.
Nota. Es obvio que las fotos que acompañan este reportaje no las he tomado yo. Doña Chespira, ha sido la encargada de ese negociado. Si están desenfocadas, echadle la culpa a ella.
Chéspir
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Reflexiones
Ubicación:
Fuerteventura, España
viernes, 4 de mayo de 2012
AKHENATÓN Y SU REVELADORA HEREJIA: EL ORIGEN DE DOS PASIONES.
“Ninguna divinidad bulle en olla hirviente, ningún espíritu preside ni mora en el volcán, ningún demonio ululante se desgañita por la boca de los lunáticos”.
Edward Burnett Taylor
Mas que un viaje en sí mismo o la simple descripción de un bello destino turístico lo que sigue a continuación podría definirse como la crónica de un recorrido mental originado por unos incontrastables hechos históricos que quiero dar a conocer con el fin de que todo aquel que tenga a bien avanzar en esta lectura, o, tenga entre sus planes visitar Egipto, se anime,- si no lo ha hecho ya y tal como yo lo hice en su momento-, a profundizar y conocer a la sin par civilización de los faraones.
Todo comenzó con una simple y pequeña guía de viajes que me hizo de alguna forma cambiar de perspectiva y hasta me atrevería a decir que de rumbo: Tras asistir a un Congreso me habían invitado a disfrutar de lo que luego sería una inolvidable travesía por el Nilo. De entrada debo de confesar que gracias a esta guía me convertí en nilótico declarado, pues hasta entonces no había sucumbido en demasía al poderoso influjo de estos parajes milenarios. Pero lo más relevante es que probablemente su apresurada lectura e incompleta información fueran las que me impulsaran a intentar despejar algunas encrucijadas que se me habían aparecido a lo largo de mi singladura personal entre lo concreto y lo abstracto, entre la física y la metafísica, y, por extensión, entre la razón y la fe.
Siendo fiel a una costumbre bien asentada en toda preparación previa a cualquier viaje a lo desconocido, me había comprado aquella sencilla guía de viajes para tener una mínima perspectiva de las maravillas que iba a contemplar. A pesar de la ligereza con la que tal librillo te trasladaba a otra época, constaté en mis propias carnes lo mucho que ignoraba sobre estas culturas y saberes aquel día de noviembre de 2002, en el que recostado sobre una cómoda tumbona en la cubierta de aquel lujoso crucero fluvial, nos dirigíamos directamente hacia la antigua Tebas y a sus incomparables centros espirituales de Luxor y Karnak.
En mi ignorancia creía aun disponer de tiempo suficiente para enfrentarme al prodigio de la civilización de los faraones sin tener que avergonzarme por completo de mí escaso conocimiento sobre aquellos deslumbrantes templos y obeliscos. Solo precisaba de unos pocos minutos, porque la lectura no daba para más que para obtener, aunque solo fuera unas cuantas referencias y unos hitos a los que asirme y desenvolverme mejor entre aquellos milenarios e impresionantes vestigios arqueológicos.
Precisaba saber algo más de lo poco que sabía antes de llegar, que era, como digo, bien poco, porque luego, una vez en el enclave monumental, acostumbro a retirarme de la riada de visitantes en busca de algún solitario recoveco merecedor de ser registrado fotográficamente. Mientras, a la par, me permito desdeñar de forma algo altanera, lo admito, el repetitivo quehacer de unos guías que, por regla general y salvo honrosas excepciones, desempeñan su papel mediante la simple transmisión de unos datos que hoy por hoy están al alcance de cualquier clic y por lo tanto, resultan en muchas ocasiones perfectamente obviables in situ.
Plácidamente, desde mi hamaca, observaba el lento transcurrir de un paisaje cargado de sencillez y de grandiosidad. La majestuosidad del Nilo, su omnipresente luminosidad, la agradable sensación de dejarse llevar por aquel imponente caudal me trasladaron mentalmente a mis orígenes y a mi época de formación humana y académica. Añoro ahora también aquel sentimiento revivido, aquella agradable e íntima sensación de hacer tuyo el sosegado principio heraclitiano de que todo fluye. Principio que, por otra parte, me ha acompañado siempre en los momentos más intensos y delicados de mi existencia y que, por afinidad metodológica más que por simple e inerte indolencia, suelo aceptar a pies juntillas.
Asimismo recuerdo también como sentí una especie de punzada que me demandaba un cambio de orientación. Comprendí que debía volver a mis autenticas fuentes, a aquel estadio de ebullición vivencial que abandoné paulatinamente por un cumulo de afanes y compromisos que me habían tocado afrontar, por unas circunstancias nada originales y si bastantes comunes a una mayoría, y que como a mí, habían atemperado nuestras ansias y retrasado el culminar de buena parte de nuestros sueños de ver, conocer y viajar. Sentí, en definitiva, que debía iniciar una nueva etapa por el alargado y curvilíneo río de la vida.
Ni tan siquiera recuerdo el paradero de la pequeña guía en cuestión, pero sí del especial énfasis que ponía sobre la relación existente entre la cultura egipcia y su religión. Entre fechas y croquis, enclaves y dinastías me llamó poderosamente la atención la figura del primer hereje conocido, el faraón Akhenatón. Conocido también por Amenofis IV, debe en realidad su celebridad más por haber sido el esposo de la bella Nefertiti que como inductor ideológico en el proceso de imponer una divinidad suprema por encima de las demás deidades, y por haber trastocado así un orden social e ideológico que imperaba por milenios en las fértiles riberas del Nilo.
Allí, en el umbral de unos vestigios incomparables y muestra imperecedera de la grandeza de esta milenaria civilización, me hube de preguntar ¿Por qué oscuras razones se le ocurrió al faraón Akhenatón imponer una divinidad suprema y tensionar al máximo el estable orden social que la antigua fe representaba?.
A medida que iba deslizándome por el Nilo la respuesta iba apareciendo poco a poco ante mis ojos mientras iba contemplando aislados palmerales, espectaculares ruinas y burritos trotones. Paralelamente, también me iba sumergiendo en el tiempo a la vez que contemplaba una franja muy estrecha y extremadamente larga de riberas muy fértiles con huertos bien cultivados rodeados de luminosos desiertos y ondulantes arenales que me hacían en su conjunto revivir el escenario que había albergado la antigua civilización egipcia. Estas rotundas circunstancias físicas acompañadas de la necesidad técnica de una reordenación constante de las tierras fértiles ante las cíclicas crecidas del Nilo, propiciaron una rápida centralización política allá, por el tercer milenio antes de nuestra era.
En años en donde la crecida del Nilo era menor hacía falta una autoridad incontestable y de una burocracia diligente y carismática que acomodase a todos los súbditos en un espacio cultivable más reducido que en los años de mayor abundancia. Además, en los años de bonanza, de grandes crecidas que podían producir nutridas cosechas, se requería a su vez de toda una autoridad centralizadora que almacenase reservas de alimentos y fuese capaz de repartirlas entre las zonas menos agraciadas y alargarlas durante la época de “vacas flacas”.
De esta forma, el faraón egipcio se convertía en el garante de un orden social que se sustentaba en un estado de crisis alimentarias recurrentes y el único capaz de hacer un reparto de tierras y existencias que fuera ampliamente aceptado como justo. Para reforzar su poder y que este fuera realmente incontestado, los primeros faraones justificaron su entramado de hegemonía económica y socio-política incrustando en él una fuerte ideología religiosa que pivotando sobre el Nilo potenciara su impronta carismática y su fuerte carácter teocrático.
El faraón se erigía así en guardián del orden cósmico materializándose en Maat, una figura femenina que protegía a todos de Isfet que representaba el caos. Poco a poco, generación a generación, dinastía a dinastía, el monarca adquiriría la cualidad de ser sobrenatural y como tal mediador entre hombres y dioses sin cuya presencia y actuación el mundo se destruiría. Pasaría a ser hijo de Ré, divinidad solar, se identificaría con Horus, divinidad del poder encarnada en un halcón y el Nilo crecía periódicamente gracias a su exclusiva acción protectora. El orden y la justicia imperan. Alcanza la apoteosis.- transformación de ser humano a ser divino.- y con su muerte se posesiona de la eternidad. Sus tumbas, sus mastabas e hipogeos no son más que universos en miniatura y las pirámides, en un país eminentemente plano, son escaleras hacia el cielo, el sol y la eternidad. Solo así podemos entender el descomunal esfuerzo en inversión, impecable diseño, inconcebible realización técnica, larguísima proyección de futuro e ingente mano de obra que requirieron sus colosales monumentos en busca de la tan codiciada eternidad.
Sin embargo debemos de considerar que prevalecía la tendencia al politeísmo en esta sociedad de obras “faraónicas”. Cada ciudad tenía sus divinidades preferentes que en otros lugares eran consideradas secundarias. El faraón actuaba como aglutinante de todos los cultos sin que prevaleciera uno por encima de los otros y tenía en el clero sus más fieles representantes del orden.
Pero en el siglo XIV antes de nuestra era, Akhenatón promovió el caso más fascinante de experimento político-religioso además de constituir la primera herejía conocida: Heredero de las grandes conquistas de su padre, Amenhotep III, vio como también él había ampliado su reinado hasta regiones bien alejadas del Nilo y comprobó cómo sus nuevos súbditos eran ajenos del todo al influjo de su descomunal caudal e influencia. Por ello intentó situar a Atón, la divinidad del disco solar, y, deidad prevalente en Tebas, por encima de las demás y relegando al muy adorado Amón a ser otra deidad secundaria más. Pretendía alcanzar con ello lo que anhelan todos los políticos, desde Mesopotamia hasta la actualidad: la homogeneidad ideológica de sus súbditos.
Consideró a Atón como un modelo a seguir de impronta más universal frente al localismo que representaba las anteriores deificaciones que giraban en torno al Nilo. Su proyecto serviría en el interior como instrumento de control ideológico para debilitar el poder de un clero, cada vez más proclive a adorar a otras deidades y a sus ojos, demasiado poderoso. Pero, tal como indicábamos previamente obedecía también a una evidente proyección exterior: Volcado en un proceso de expansión imperial, Egipto dominaba nuevos territorios lejos del marco del Nilo. Akhenatón percibió con lucidez como los mecanismos de control ideológico sobre la población estaban excesivamente adaptados al ámbito nilótico. Las benefactoras crecidas del Nilo no tenían sentido alguno para los súbditos de las regiones recién conquistadas y alejadas de él. Las complejas castas clericales que habían florecido a sus orillas y que tenían, entre otras, la misión de medir las crecidas del nivel de agua y anunciar así el buen quehacer de su faraón, dejaban de ser autoridades carismáticas fuera del estrecho marco del Nilo.
De esta forma promovió al sol como divinidad suprema buscando en él un objeto de culto de vocación universal. Se presentaba él mismo como el hijo de Atón, el sol, y manifestaba que su padre había creado la Tierra y el Nilo y le había puesto allí para su mejor gobierno. Despojó a la poderosa casta clerical de su cargo de intermediarios terrenales directos entre el súbdito fiel y el nuevo Dios. Sin embargo aunque mantuvo buena parte de las formulaciones clásicas de la ortodoxia egipcia, las adaptó para que sirvieran mejor al mantenimiento del orden social que él representaba mediante unas liturgias mucho más abiertas y universalistas, más acordes con los nuevos lindes de su imperio. Con Akhenatón, la política había promovido la primera herejía religiosa, pero, finalmente con el clero se hubo de topar:
Nunca sabremos si a su muerte Akhenatón alcanzó la eternidad. De lo que si tenemos constancia es que su herejía no le sobrevivió demasiados años y los egipcios volvieron a la ortodoxia anterior: En definitiva, dentro del marco de tensiones propias de toda civilización, el clero había ganado el pulso al faraón, recuperando su cuota de poder perdido durante el corto periodo herético.
Debo de reconocer que la herejía de Akhenatón, hombre refinado e inteligente, estadista y conquistador de amplios y alejados territorios, me resultó absolutamente reveladora. Despertó en mi dos de mis actuales pasiones: Por una parte avivó la avidez por profundizar en las raíces antropológicas del homo religioso y muy especialmente el estudio de las herejías como verdaderos puntos de inflexión y como expresión de cambio de un orden social dado y, por otra, logró mi conversión definitiva y sin fisuras hasta ser un nilótico confeso. Respecto a mi crónica adicción por los viajes solo puedo decir que tras este, lejos de menguar, aumentó si cabe y no dejo de soñar en volver a estas tierras monumentales que tantas enseñanzas nos han legado y dispuesto a disfrutar aun más que en mi primer periplo con los mayores conocimientos que he ido adquiriendo gracias a figuras tan sugerentes como Akhenatón.
Por ello me atrevería a decir que tal es la grandiosidad cultural del Antiguo Egipto, tan rápido se llega a la temida borrachera monumental, que conviene ir medianamente preparado y sabiendo algo más de lo que yo conocía cuando visité por primera vez aquella inconmensurable y milenaria civilización de los faraones.
Gracias Akhenatón por tu lúcida visión del mundo. Creo que vale la pena conocerla.
Fernando Diago
Aprendiz viajero.
Ubicación:
Egipto
martes, 3 de abril de 2012
EL CASTRO DE BAROÑA.
“Conversé con las rocas y como un
amuleto
recogí de las rocas el sideral secreto.
Los números dorados
de sus selladas cláusulas me fueron
revelados.”
Ramón del Valle-Inclán
Viene siendo creencia bien arraigada que Galicia solo alcanza la excelencia gracias a sus exquisitos manjares y por la gracia de algunos de sus caldos. No
conforme con esta simplista reducción, aunque sin ánimo de desdeñar en modo
alguno sus finísimos grelos, sus magníficos
centollos de ría, las inigualables filloas de sus abuelas o sus emblemáticos
pulpos a feira hechos en humeantes calderos de cobre,- previamente sumergidos
tres veces como manda la tradición- y acompañados de un fresco godello, y, sin olvidarme ni de la sin par empanada de
chouvas ni de la sabrosísima tetilla
ahumada, intentaré reconducirles como
viajeros hacia lo que considero que mas debiéramos valorar de estas tierras: Sus gentes y su historia,
su paisaje y su paisanaje.
Mamoas y petroglifos, castros y laberintos de losas oscilantes no son más
que mudos vestigios minerales de un riquísimo
pasado histórico formado por un enjambre de etnias y culturas que, con su
esfuerzo y creencias, fueron configurando estas, secularmente, olvidadas
tierras del noroeste ibérico.
Tierras que dieran cobijo, entre
otros muchos, a celtas, a judíos y a
romanos y a un rosario sinfín de peregrinos de toda clase y origen, que por meritos más que sobrados son parte
indivisible de ese maravilloso entramado antropológico que más de uno ha
denominado la España Mágica. Tierras que por su proverbial inaccesibilidad
antaño disuadieran a los moros,
tanto, como retrasan hoy en día
a los esforzados constructores del AVE, pero que según cuentan no fue tamaña adversidad
obstáculo alguno para los descendientes de Noé, que, tras superar su éxodo
diluvial fundaran Noya, ni tampoco
impidiera a Santiago Apóstol arribar por Padrón y ser enterrado en el Campo de
la Estrellas, más conocida por Compostela.
Aquellas tierras, que con la imaginación y la socarronería que les es
propia a los nacidos entre O'Cebreiro y Fisterra, sirvieran también de caldo de
cultivo de tantos mitos y oscuras
leyendas como la de la Santa Compaña y las de los lunáticos licántropos.
Tierras de taumaturgos, de mouros y de
meigas,- que haberlas haylas-, que con
sus mágicos ajetreos y encantos rivalizaron, hasta hace bien poco, con los más
convencionales sahumerios y pócimas de más
cercanas ascendencias hipocráticas. Cultos, como sus diversas zoolatrías y
metamorfosis que por seguro arrancan de los mismísimos Rómulo y Remo, y
que fueron gestándose en oscuros
encuentros terrenales entre zoántropos
hartos de orujos varios y algunas crédulas y otras no tanto. Y otros mitos, mas marítimos, como
aquel en el que se atribuye al origen del primer finisterrano al fruto del engarce mágico, por no poder ser del
todo carnal, entre un lobo marino
oriundo de las cercanas islas Lobeiras y
una simpática sirenita que aleteaba por allí...
Pero no siendo este sitio para mayores divagaciones y
encantamientos sobre estas tierras de
clima tan singular, de olas que preñan a las vírgenes, de plenilunios sofocantes,
zarzuela de celtas y judíos y lóbregas
procesiones de hoces y cruces, oscuros
espectros y demacradas matronas, les propongo una visita a uno de mis lugares preferidos de toda la particularísima
geografía esotérica gallega. Tan es así, que cuando tenga a bien en hacer públicas
mis últimas voluntades transmitiré a mis herederos, junto a mí escaso y menguante
caudal,
la gran responsabilidad de esparcir mis cenizas por tan emblemático
lugar:
Para los que todavía creen que no puedo ser conciso y a aquellos
exploradores virtuales, que tanto proliferan últimamente, les informo que el enclave
conocido por el Castro de Baroña se sitúa exactamente en las siguientes
coordenadas GPS: 42°41'41.40"N - 9°1'57.10"O.
Para todos los demás, les diré, que lo encontrarán
en la Parroquia de Baroña, Municipio de Porto Do Son, provincia de A Coruña, en
la carretera de Noya a Ribeira, cerca del km. 92, cogiendo un camino más o
menos indicado que desciende hacia la costa y a unos 500 metros saliendo en
ángulo recto hacia el Oeste de donde
forzosamente hay que aparcar el coche en las cercanías de un bar llamado O
Castro.
Pero, con el fin de no perder mis
buenas costumbres aclaratorias no puedo
omitir el reseñar que el Castro de Baroña es un enclave costero, alzado
sobre una península situada allá en donde se hunde el sol en el Atlántico
y donde, entre abigarrados y punzantes
toxos, se esconden, desde tiempos inmemoriales, un gran número de petroglifos,
mamoas y dólmenes esparcidos por toda la ladera occidental de la bellísima
Sierra de la Barbanza que, como una gran lanza separa las sinpares rías de Noya
y Muros con la de Arousa y que forman parte inequívoca del inventario
intemporal de los activos culturales de estas Tierras Mágicas.
Podría continuar diciendo que el
Castro de Baroña data de unos dos mil años atrás y que sus dos murallas protegían a la
veintena de viviendas que de planta circular constituían este asentamiento celta.
Sin embargo, dejo la descripción de los aspectos meramente
arqueológicos del enclave a la
muy socorrida Wilkypedia puesto que de
seguro será mucho más precisa y fiable que cualquiera otra que pudiera yo hacer
como lego en tan lejanas humanidades celtas, así como, delego también en las fotos que se acompañan,
que valen por si solas más que mil de mis remembranzas y que tuve el privilegio
de poder sacar hace tan solo unas
escasas semanas.
Pero, por otro lado, debo de confesar que no puedo resistirme a
concluir esta breve reseña sobre el
Castro de Baroña sin mencionar unos
hechos que de alguna forma puedo aseverar que fui testigo de los mismos mientras
iban transcurriendo a lo largo de los últimos cinco lustros:
Cuando visité el Castro de Baroña por primera vez, apenas era conocido;
quizás tan solo por algunos
pescadores que al atardecer añoraban aprehender alguna escurridiza
robaliza.
Por aquel entonces, finales de los setenta y primeros ochenta del siglo pasado, los restos arqueológicos del Castro, si bien habían sido perfectamente catalogados en tiempos de la II República, no eran más, todo hay que decirlo, que unas pocas piedras en busca de su pasado y que apenas evidenciaban la existencia de un asentamiento celta a los ojos de un profano en arqueología.
Sin embargo el lugar era, aunque
todavía poco, más conocido por tener en su flanco suroeste una de las playas más
hermosas de toda España: Arealonga.
La playa en cuestión, de acceso nada evidente y que apenas se vislumbra
desde la carretera, solo era escasamente frecuentada en aquella época por una
familia de rubicundos teutones que lucían orondas y rosáceas sus adiposas
anatomías tal como Odín los había traído al mundo. En la intimidad que deparaba aquel solitario
paraje disfrutábamos, ellos en un lado, y mi familia al otro, de la belleza sin
par de aquella maravillosa playa situada
media legua mar abierto de la bocana de la ría de Noya y de Muros. Tumbados sobre
sus blancas y ondulantes arenas contemplábamos a contraluz el atardecer sobre
el bello enclave del Castro, y más allá, al otro lado de la ría al granítico y
encendido roquedal del Monte Pindo, conocido
como el Olimpo Celta, y como no, a la ineludible,- en todo relato galaico que
se precie-, lejana mole del cabo de Finisterre mientras el sol se ponía en
forma de sombrero e iba siendo engullido por un horizonte de luces violáceas
que no distinguía claramente entre aguas procelosas, brumas veladas y
vestigios protohistóricos.
Pasaban los veraneos y los vikingos volvían fiel a su cita cada año más empecinados
si cabe en conseguir su anhelado pero imposible moreno integral pero,
acompañados de otras familias y amistades que tenían sus mismos y
desprendidos hábitos playeros. Poco a poco también fueron apareciendo los
primeros autóctonos, en su mayoría de Santiago, que disfrutarían, ellos también y en total
respeto hacia los demás, de la libertad epidérmica que reinaba en todo este
maravilloso recinto costero.
Pero, un buen día del Señor del verano de 1981 aquellas licencias
libertarias y barbaros hábitos, o más bien, la ausencia total de los
mismos, llegaron a los oídos de D.
Sabino, a la sazón párroco de la cercana peanía de Baroña que ni corto ni
perezoso, y muy indignado, organizó lo que luego sería considerado como uno de
los últimos episodios de la España más negra y que solo fuera superado por la
muy cinematográfica matanza de Puerto Hurraco:
Reclutó a cuanta parroquiana vestida de negro pudo y armadas de estacas
fueron una docena de ellas en tenebrosa procesión a ahuyentar a todo aquel que
contraviniera la constreñida moralina de
Don Sabino, emulando a la mismísima
Santa Compaña en busca de la imperiosa redención de las almas
descarriadas mediante la
imposición de tan píos como firmes garrotazos sobre sus desamparadas aunque, al
parecer, tan pecadoras como bronceadas constituciones.
En pleno despertar de las libertades democráticas Don Sabino se
autoerigió en anacrónico paladín de la nueva Inquisición. Pivotó sobre él toda
una ardua polémica mediática, vecinal, provincial, llegando incluso a ser
nacional y hasta judicial, sobre la
licitud de tan licenciosas costumbres nudistas importadas de pérfidas y
lejanas latitudes. Se formó una
Plataforma Nudista que contó con ilustres defensores como el ínclito escritor
Torrente Ballester, al que, desde la admiración y con todos mis respetos, me lo
imagino más escribiendo en su intima soledad sobre sus gozos y sus sombras que en una
reivindicación pública a pecho
descubierto y calzón quitado…
Por otra parte, es bien sabido por todos que la Iglesia siempre ha destacado por sus
ancestrales conocimientos de las artes mercadotécnicas y por su capacidad divulgativa, urbi et orbi,
de sus ecuménicos mensajes. En ese sentido, tal cruzada, al más puro estilo
Torquemada, tuvo como resultado lo inevitable: La llegada masiva, incluso en
caravanas organizadas de autocares procedentes de las cuatro esquinas de la
geografía patria, de un ingente colectivo de nudistas ya fueran estos curtidos
y avezados o advenedizos repletos de ganas de reivindicar la inocencia perdida por cuarenta años de
oscurantismo mediante la exposición y el bronceado urgente de sus partes más
blanquecinas y pudibundas y sobre
todo, de ganar la batalla a la
intransigencia más rancia y carpetovetónica mediante la simple y pacífica exhibición corporal colectiva y el despelote mas masivo y festivalero.
De los vikingos nunca más se supo. Pero a partir de entonces el antes
solitario y desconocido Castro de Baroña adquirió, gracias a la actividad
pastoral de D. Sabino, que Dios tenga en su gloria, una merecida notoriedad
monumental de la que antes carecía, hasta el punto, que podemos decir sin temor
alguno a equivocarnos que dicho boom
de nuevos visitantes eran alentados en
su inmensa mayoría por el morbo mediático que acompañaría al enclave y sus aledaños durante los
siguientes años, sin animo alguno de desmerecer para nada los méritos arqueológicos
y paisajísticos inherentes a tan polémico como espectacular y esotérico enclave
gallego.
Desde entonces no hay temporada
que no visite el Castro ni deje de bañarme
en la playa de Arealonga. Esta, debo decirlo, ha pasado por diversas
etapas. Desde, en la que corriendo la segunda mitad de los ochenta los más
radicales nudistas te hacían casi sentir
vergüenza por ir vestido ya
que corrías el riesgo de ser anatemizado
públicamente por mirón y en
la que podías ser incluso increpado y excluido si no te exponías como ellos, a otras más sosegadas y tranquilas, como en
la actualidad. Porque hoy en día
conviven pacíficamente, gracias a Dios que no a Don Sabino, junto a jóvenes surfistas
y amantes de la más rancia arqueología
celta, tanto nudistas bien bronceados hasta en sus más íntimos
repliegues, la mayor parte de ellos evidenciando un buen cúmulo de experiencia
en estas prácticas desinhibidas marcando arrugas, descuelgues y abombamientos varios un tanto alejados de
los cánones más ortodoxos de la estética convencional,-¿serán los mismos que
los de los ochenta?,- como otros bañistas de piel menos expuesta que no parecen comulgar con estas
demostraciones públicas de pubis impunemente expuestos al no tan clemente sol
gallego y que simplemente van ahí a disfrutar de un enclave maravilloso para
pasar un buen día de playa.
Por suerte, la sensatez cívica y la temperatura nada templada de estas aguas
en las que no hay quien se bañe ni tan siquiera con traje de baño, han disuadido a los curiosos eventuales y hecho que poco a poca la normalidad y casi
su aislamiento primitivo hayan vuelto a
este inolvidable paraje.
Como beneficio colateral involuntario originado por toda esta publicidad
gratuitamente difundida por el párroco de Baroña y su coro de parroquianas bien
intencionadas y mejor adoctrinadas, se materializó, a partir de 1984, y, gracias
a los buenos quehaceres profesionales de Francisco Calo, Teresa Lourido y Ánxel Concheiro en la obtención de los tan
demandados medios públicos necesarios para la
reconstrucción fiel de buena parte del poblado celta del Castro de Baroña tal como lo podemos visitar hoy en
día. Es decir, lo que podemos ver ahora
del maravilloso Castro de Baroña, son, más piedras, murallas mayores y más y mejores restos del primitivo asentamiento celta. Nada que ver con
lo que se podía quizás intuir antes de
los mediáticos sucesos que acabamos de comentar.
Gracias Don Sabino. Yo personalmente
no le nominaría al Príncipe de Asturias de la Concordia, pero estoy seguro que
tendría alguna posibilidad para optar a la medalla de bronce al Mérito
Turístico, a título póstumo. Esta, al menos, sí se la merece.
Fernando Diago
Aprendiz viajero
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Ubicación:
Porto do Son, España
martes, 17 de enero de 2012
HANOI, EL DRAGON ASCENDENTE.
El silencioso fluir de millones de bicicletas que la caracterizaba hasta hace poco ha dado paso, primero, a un tupido enjambre de motos y este, a un asfixiante parque automovilístico que, entre pitos y bocinas, apenas tiene cabida entre las abigarradas callejuelas de su centro urbano.
Las causas de estas transformaciones radican en el “Doi Moi” o la política de reformas y liberalizaciones económicas que emprendiera el país en las década de los noventa. Y ha dado lugar a un manto de desarrollismo exacerbado que cubre todos los ámbitos sociales, especialmente en la arquitectura, al urbanismo y al tráfico. Lejos queda esa ciudad hermética a las sucesivas invasiones extranjeras, de población de firmes convicciones ideológicas, independentistas primero, revolucionarias después. Hanói es hoy una urbe abierta al inversor extranjero y permeable al turismo internacional, de gente tranquila y amable.
“Ha Nói” significa “entre ríos”, pero nos quedamos con su antiguo nombre,- “Thang Long”, “Dragón Ascendente”-, que aún siendo más poético resultaría también ser más premonitorio, al ser hoy en día y, sin lugar a dudas, una ciudad decididamente pujante cuyo potencial en nada tiene que envidiar a los demás humeantes dragones asiáticos.
Pero tales crecimientos no ha impedido a sus moradores el mantener sus raíces, sus tradiciones y lo que los B-52 respetaron de su arquitectura. En esto se aprecia una decidida voluntad de enaltecer sus señas de identidad. Tanto es así, que la UNESCO ha galardonado recientemente a su centro imperial histórico con el siempre codiciado título de Patrimonio Mundial.
Por el lado menos atractivo no podemos dejar de mencionar al caos circulatorio, el escaso respeto medioambiental sin olvidar a la inveterada consideración de sus moradores hacia el perro como cotizado objeto de culto gastronómico.
Pero de lo que sin duda más destaca de esta ciudad son sus gentes. Trabajadores incansables todos parecen tener oficio y beneficio. Por su parte, el ocio, por regla general, tiene escasa cabida entre los mayores, aunque no entre los jóvenes ávidos de ponerse rápidamente al día y a sucumbir devotamente ante la creciente divinización del modelo occidental más hedonista. Estas costumbres, aliadas a un clima típicamente tropical, tienden a expulsar a sus gentes de sus casas, convirtiendo a las calles de Hanói en un abigarrado y estridente escenario urbano que apenas duerme y cuyo ajetreo puede llegar a provocar un cierto aturdimiento transitorio.
Las angostas callejuelas del Distrito de Hoan Kiem diseñadas con vetustos cánones gremiales fueron una laberíntica red de estrechos canales fluviales hasta la llegada de los franceses. Hoy, sobre sus aceras, un sinnúmero de tiendecitas han vertido sus mercancías y compartido espacio con miles de motos aparcadas y con toda una población que saca no solo sus infiernillos de cocinar y sus pequeños taburetes de plástico para ponerse a comer,-en medio de la calle y medio a cuclillas-, su caldos con palillos y sus tallarines con gambas en salsa de cacahuete, haciendo prácticamente impracticable el uso a los que tales pavimentos estaban originariamente destinados: Los peatones se ven relegados así a la precaria suerte de compartir la calle con un tráfico completamente endemoniado.
Por suerte que, como españoles, estamos bien familiarizados tanto con las artes del toreo como con las invocaciones religiosas, pues ambas resultan casi imprescindibles para poder realizar como peatón el más elemental recorrido urbano: Apenas hay semáforos y el trafico de motos, bicis y coches se fusiona en un fluido denso, amenazante y sin embargo armónico, cuyas trayectorias, aunque no del todo ordenadas, son al menos razonablemente previsibles. El cruzar una calle deviene por lo tanto una suerte taurina no exenta de fe, en la que la única forma de conseguirlo es lanzándose al ruedo sin dudar un ápice, esperando ciegamente salir con buen pie del lance y confiando siempre en que los astados locales te divisen primero y te indulten después y en que, por supuesto y que no te falte, te eche una manita la providencia. Toda una experiencia.
Pero dentro de este aparente caos rebosante de animación, todo parece estar controlado,-al menos por sus habitantes- porque en realidad, entre toda esta desbordante actividad humana, reina una sorprendente solvencia oriental. Efectivamente, taxis, 4 x 4, triciclos, bicis, motos y todo tipo de lugareños y foráneos pululan al unísono y por todas partes conviviendo en un aparente desorden colosal. Las estrechísimas calles más céntricas, están permanentemente asaltadas por un gentío infinito y ubicuo compuesto entre otros de menudas mujeres vestidas con su elegante “Ao Dai” tradicional (pantalón largo y casaca) y también tocadas con sus típicos “Non La” (cónicos sombreros de paja vietnamitas) que parecen observarte fugaz y enigmáticamente tras una mascarilla que les protege el rostro de la resolana mientras pedalean armónicamente sobre su pesada bicicleta de fabricación nacional. Diminutas vendedoras que portan a sus espaldas y en precario equilibrio dos enormes cestos que, unidos por un fino bambú, van repletos de frutos tan exóticos y refulgentes como los del dragón. Intrépidos taxistas en moto y osadas estudiantes de tejanos bien prietos, también motorizadas, esquivando y zigzagueando sin parar y con comprobada maestría por las angosturas del torrente humano en el que fluyen. Rickshaws o ciclotaxis o tuc-tucs, o como quiera que se llamen, portadores de orondos excursionistas que desbordan constreñidos sus sufridos asientos. Espaciosos 4 x 4 que milagrosamente logran sortear todo tipo de obstáculos y estrecheces; hombres, casi todos vistiendo camisa clara,- a nuestros ojos medio clonados-, que discurren entre pausados andares orientales y trayectorias inciertas y, todo tipo de parroquianos que portan paquetes tan inconcebibles como inidentificables hacia destinos impensables y, siempre gente, mucha gente, todavía mucho más gente comiendo en plena calle, en medio, en medio de donde tú precisamente quieres o tienes que pasar…
En cada esquina, un mercadillo que, con sus toldos puestos a una altura escasamente adaptada al tamaño estándar de los “Ong Tay” (occidentales), ya sea de ropas de imitación, flores espectaculares, peces vivos o moluscos de todo tamaño y condición, legumbres desconocidas y no por ello menos frescas, u, objetos y otros manjares incalificables, van destilando un aroma típicamente oriental, mezcolanza,- no sé hasta qué punto afortunada,- de calor tropical, de especias exóticas, humeantes fritangas y humanidades varias, un tanto arduo de asimilar en cualquier viaje iniciático.
Porque lo impredecible te espera en cada rincón. Paraíso de fotógrafos, pues a nadie le parece molestar que le inmortalices ni que les robes el alma, todo el enmarañado barrio de Hoan Kiem está generosamente surtido de tenderetes y tiendecillas, ordenados eso sí, bajo una cada vez menos estricta clasificación gremial,- calle de las zapaterías, calle de los relojeros, de los hojalateros, de los vendedores de hierbas, de los marmolistas, del “dinero fantasma” etc.,- en los que miles de personas comercian con lo inimaginable y, a muy buen precio. Si te gusta rebuscar y te dejas llevar por tus compulsiones adquisitivas más superficiales, las compras pueden te pueden llevar a quedarte sin saldo en la visa. ¡Cuidado!.
En medio de todo este barullo urbano, desfilan también campesinos que acarrean sus gallinas, sus flores o sus hortalizas. Sin parar de entrecruzarte con todo tipo de personas y personajes, con precaución, no ajena a la conveniencia de poseer una cierta agilidad, te ves forzado a evitar las trayectorias casi inertes de un sinfín de variopintas figuras que, bajo sus muy fotogénicos “Non La”, se las adivina encorvadas bajo pesadas cargas de aspecto mastodóntico que amenazan con desparramarse por el ya de por sí bastante ocupado pavimento. Otros muchos, de constitución aparentemente frágil, arrastran resignadamente todo tipo de pesados vehículos de dos, tres, o, hasta de cuatro ruedas sobrellevando estoicamente, incluso cuando monzonea torrencialmente sin piedad y con el agua hasta media caña, todo un cerro de mercancías apiladas en un más que precario y comprometido equilibrio: Desde nasas para la pesca del cangrejo, un cerro de juguetes que culminan en una inmensa nube de globos de colores, un espectacular fardo de escobas, hasta simples cebolletas, cochinos, o, perros enjaulados que, ladrándonos, testimonian su más que previsible destino.
Nos llama también la atención la presencia constante de cívicos vecinos barriendo afanosamente su parcelita de acera y recogiendo por doquier una basura que, inasequible al desaliento, se encuentra siempre en perpetuo estado de reposición. A pesar de todo y, en honor a la verdad, Hanói no es una ciudad en absoluto desaseada.
Porque el centro de Hanói, bullanguero y estridente es a todas luces un carrusel multicolor de destellos, pitidos y sensaciones acordes a este despliegue permanente de clamores de vibrante humanidad. Es, definitivamente, un bello aunque descarnado exponente del vivir oriental urbano.
Al contrario de la aparente inseguridad vial de sus calles, la seguridad ciudadana es prácticamente total. La resignación y la exaltación del trabajo honrado propios a casi todas las religiones orientales, encuadradas a su vez en un marco penal altamente disuasorio, han configurado un escenario excepcionalmente seguro en el que tratar con sus íntegros vecinos y comerciantes no ofrece más peligro que el no entender su idioma. Fuera del cogollito central de la ciudad, esta nos ofrece una atractiva red de agradables bulevares arbolados cuyo trazado, en una clara emulación de los que tanto abundan en su antigua metrópoli, ha llevado a muchos a considerar a Hanói, quizás exageradamente, el Paris de Oriente.
Y no podemos concluir esta primera visita a Hanói sin indicarles que no dejen de ver el espectáculo del Teatro de Títeres Acuáticos, los “roi nuoc”. Y sin pedirles también que no se pierdan perderse entre la elegancia oriental y el glamour francés del Hotel Metropole en el que se alojó,- entre otros muchos afamados huéspedes-, Graham Green mientras escribía como corresponsal de guerra “El americano impasible”, tomando a su salud un “tra da” (té helado) por mucho que el prefiriese otros brebajes menos diuréticos…
Ni tampoco dejen de llevarse por su lado más aventurero y probar, siquiera una vez, de una comida auténticamente vietnamita sentados en medio de cualquier calle y acompañar con una “bia hoi” (caña de cerveza) un humeante bol de “pho”, sopa emblemática del país compuesta de multitud de hierbas, especias, cacahuetes y tallarines a los que se le añade, buey, ternera u otras proteínas de origen tan variado como exótico y que constituye, probablemente, la mejor y más sabrosa alegoría de esta singular y remota ciudad indochina.
Esto es Hanói. El Hanói que hay que conocer, degustar y digerir como paradigma urbano de este hermoso e interesantísimo país,- hoy por hoy todavía mayoritariamente rural-, que es Vietnam.
Practiquen con los palillos y hasta pronto.
Fernando Diago
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Vietnam
Ubicación:
Hanói, Hoàn Kiếm, Hanoi, Vietnam
lunes, 31 de octubre de 2011
Gracias por vuestra ayuda hemos llegado a las 10.000 visitas
No me voy a extender mucho, solo quiero agradecer a todos y cada uno de los lectores de este humilde blog, que han conseguido que me apetezca cada día escribir y expresar cosas interesantes para distraer a quien quiera hacerlo.
Es un placer esto de la red para extender pensamientos, reflexiones, viajes y todo aquello que apetezca. es un lujo de libertad de expresión que no podemos perder en ningún momento. Este es mi granito de arena a la libertad de expresión.
Realmente los artífices de que este blog siga en pie sois vosotros los lectores. Querría hacer mención especial a mi pareja, LaSusi, mi colaboradora más intensa y mejor escritora que quien les escribe ahora. Has logrado que siga con esta afición que me sobrevino a razón de una operación de menisco. Fue la única alegría en esos días de reposo forzoso, no hay mal que por bien no venga.
Por último deciros que LaSusi y Filustro seguiremos al pie del cañón por vosotros los que nos apoyáis con vuestras lecturas y comentarios.
Gracias de corazón.
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