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jueves, 24 de julio de 2014

El Pinar de Navarredonda y el Parador de Gredos - Ávila





   Rodeado de bosques, los recios muros de piedra del Parador de Gredos esconden un confortable interior. En 1926, el rey Alfonso XIII escogió este lugar para construir un refugio de montaña y como sitio de descanso tras sus jornadas de caza. Se inauguró en 1928, siendo el primer hotel de la Red Nacional de Paradores.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Parador de Gredos, donde se unen naturaleza e historia.

Una carretera que se retuerce por la vertiente norte de la Sierra de Gredos, me acerca hasta el Alto del Risquillo, en el término municipal de Navarredonda de Gredos. Tras una pronunciada curva entre un tupido mar de pinares, nos encontramos con una enorme edificación de granito y pizarra. Es el histórico Parador de Gredos, el primero de toda la "Red de Paradores".

Parador de Gredos
La decisión de levantar este notable edificio en tan privilegiado enclave, se debe al propio rey Alfonso XIII que eligió personalmente el emplazamiento. Cuentan que a la vuelta de una cacería el monarca tuvo que recorrer una larga distancia. La dureza del camino y la belleza del paisaje le hicieron decidir que en aquella zona debía edificarse un "refugio real de caza". Sin embargo, el Marqués de la Vega Inclán mucho tuvo que ver en el asunto. Pionero en la promoción del turismo en España y gran admirador de los paisajes de estas sierras, convenció al rey para iniciar la construcción de un Parador o alojamiento de reposo que sirviera para dar cobijo a los muchos cazadores y excursionistas que se acercaban hasta Gredos.


El marqués tenía la certeza de que el turismo era nuestra mayor fuente de riqueza económica y cultural para el futuro. En un principio el Parador comenzó a acoger turistas, deseosos de conocer las maravillas de nuestra naturaleza. Entre sus primeros visitantes había muchos españoles pero en su mayoría fueron británicos y norteamericanos, fue la afamada casa Lhardy de Madrid la encargada de alimentarles con deleite.


Hoy, como desde 1928, el Parador de Gredos sigue abierto para el disfrute de todos aquellos que buscan tranquilidad y al aire puro. Sus anchos muros de piedra, procedentes de las mismas montañas que le rodean, albergan salones y habitaciones donde predomina la madera. En uno de esos salones, en el llamado "Salón del Silencio", se reunieron varios políticos para ponerse de acuerdo y redactar el proyecto de la Constitución Española. Una placa conmemorativa nos recuerda aquel acontecimiento.



El Parador de Gredos es para disfrutarlo en cualquier época del año. Desde él se pueden realizar rutas a pie, a caballo o en bicicleta, disfrutar de un baño en las pozas de sus ríos. Aunque cuando llega el invierno con mucho frío y mucha nieve, es el momento ideal para refugiarnos en algunos de sus acogedores salones con chimenea donde disfrutar de una relajante conversación.



Sin duda, uno de los principales atractivos turísticos de la zona sea la Laguna Grande y el Circo de Gredos. A la sombra del omnipresente Pico Almanzor es el objetivo de numerosos senderistas y montañeros. Alguna vez he intentado acercarme hasta la laguna pero siempre me quedo en el intento, es una excursión larga y cansada que parte desde la plataforma. Me conformo con disfrutar de este entorno natural y de los muchos ejemplares de cabra hispánica que por aquí abundan.


Me confieso un enamorado de estas serranías, de estos paisajes y de sus pueblos perfectamente integrados en el entorno. Pocos sitios son tan agradables y agradecidos como la sierra de Gredos donde se levantó el primero de todos los Paradores.


                                                                                                                                                           Rafa

lunes, 24 de septiembre de 2012

Crónica abulense, Burgohondo


En plena Sierra de Gredos, en la comarca del Alberche y perteneciente a la provincia de Ávila se encuentra Burgohondo, un bello pueblo de montaña con muchos secretos por descubrir. Sus orígenes se remontan al siglo XI, cuando se conocía como “Burgo del Fondo”. Recibe este nombre precisamente por estar situado en lo más profundo del barranco cerca del río. Y aquí es donde hago la primera recomendación al viajero que quiera visitar Burgohondo: importante llevar un calzado cómodo ya que el paseo por sus calles y su entorno se producirá a través de cuestas y ya sabemos que todo lo que baja, tiene que subir… 

Pues bien, conocí Burgohondo por ser el pueblo de Julián, mi marido. La primera vez que lo visité supe que iba a ser muy diferente a las llanuras manchegas a las que estaba acostumbrada. De eso me di cuenta en el coche, tras el mareo que me produjo un viaje por un paisaje lleno de curvas pero de una belleza increíble. La primera impresión que recibí de Burgohondo fue la de típico pueblo de montaña: calles de piedra, casas de piedra y sobre todo el olor. El aire frío de la sierra te trae aromas a leña, a pino, a melocotón, a naturaleza. 

La Abadía de Burgohondo

Comenzamos nuestro paseo y la primera parada a la que te llevan sus calles es la Abadía. Sus orígenes se remontan al siglo XII. Manteniendo su estilo original sus alrededores han sido adornados con bellos jardines y árboles que invitan a sentarse para llenarse los pulmones del aire puro y de la paz del lugar. 

Las Escuelas reconvertidas en Hotel Rural
Pasando la Abadía nos encontramos con “El Zaire”, aunque cualquier vecino de Burgohondo lo conoce como “Las Escuelas”, precisamente por haber acogido la escuela del lugar durante muchos años. “Las Escuelas” son una preciosa construcción de piedra ahora convertida en hotel rural (El Linar del Zaire) pero manteniendo toda su estética original. 


Roma vigilando la Plaza de Burgohondo
Dejamos Las Escuelas y la Abadía y bajamos a la Plaza, donde se encuentra el Ayuntamiento. La Plaza de Burgohondo es el centro de todos los acontecimientos del pueblo. Aquí se celebran obras de teatro, competiciones deportivas incluso las campanadas de Nochevieja. Sí, los vecinos de Burgohondo, desafiando las gélidas temperaturas a varios grados bajo cero, bajan a la plaza a tomarse las uvas. Lo más curioso es que en esta plaza se celebran también las corridas de toros durante las Fiestas. Digo curioso porque la plaza es cuadrada. Pues sí, el lugar se cerca formando un ruedo perfecto. Lo que más destaca de la plaza es la escalinata de piedra para acceder a ella, que sirve además de gradas para cualquiera de los espectáculos, o simplemente para descansar en nuestro paseo. 


Puente Nueva
Seguimos bajando y llegamos a la carretera donde hay un pequeño puente sobre pequeñas gargantas de agua, lo que nos indica que estamos cerca del río que es a donde nos dirigimos. Desde este punto hay aproximadamente 3 kilómetros cuesta abajo. El río es sin duda uno de mis sitios favoritos de Burgohondo. El paseo nos lleva a un sitio conocido como Puente Nueva, llamado así por el precioso puente de piedra bajo el que transcurre el Alberche. Esta zona está perfectamente acondicionada para pasar una jornada en contacto con la naturaleza: el terreno está cubierto de césped, hay mesas y bancos de piedra a modo de merendero y restaurantes lo que hace que sea una de las zonas más concurridas en verano. 


Zona de baño de Puente Nueva
Pero es imposible resistirse al encanto de las aguas del río. Aguas limpias, tranquilas en las que apetece sumergirse sobre todo si el camino se ha hecho andando. Si se supera el primer contacto de los pies con el agua fría, muy fría (tened en cuenta que baja directamente de la sierra), disfrutaréis de un baño increíble con pequeños pececillos a vuestro alrededor. Tengo que decir que sólo conozco dos seres que se hayan podido meter y nadar en sus aguas: mi marido, por ser autóctono del lugar y conocer el río desde niño y mi perro Shuri, un husky siberiano para el que las frías temperaturas no son un inconveniente. De hecho, a los forasteros se nos reconoce a primera vista porque sólo metemos los pies en el río. 

Pero si lo que queremos es disfrutar del río y de su tranquilidad de forma más privada, lo mejor es dejarse guiar por gente del lugar. Merece la pena atravesar senderos y caminar por vías menos explotadas para llegar a zonas casi salvajes como El Pantanillo donde el único sonido que se percibe es el canto de los pájaros y el fluir de las aguas en pequeñas cascaditas. 

Patatas Secas
Y después del paseo y del baño en el río se nos ha despertado el apetito. Lo que toca ahora es degustar la gastronomía del lugar. Uno de los platos típicos que se ha convertido también en uno de mis favoritos, son las Patatas Secas, conocidas en otros sitios como Patatas Revolconas. Son patatas preparadas como puré, aderezadas con un sofrito de ajo y pimentón y servidas con torreznos crujientes por encima. Una auténtica delicia. Mi recomendación: como estaremos cansados después de la jornada de senderismo es disfrutar de las patatas secas de aperitivo y como plato principal un chuletón de la zona. Y de postre melocotones, una de las joyas de Burgohondo. Pequeños de tamaño pero dulces como nunca los he probado. 

Esto ha sido un pequeño paseo por Burgohondo pueblo, pero la zona nos ofrece muchas rutas para los amantes de senderismo donde disfrutar del contacto de la naturaleza y de un aire purificador. Eso sí, es mejor traer ropa de más ya que durante la noche las temperaturas caen mucho con respecto al día. Un consejo, no preguntéis a alguien de Burgohondo, ellos te dirán que hace fresco incluso con tres grados bajo cero. Su resistencia al frío es infinita, seguro que es por el calor que transmiten y su enorme hospitalidad, de hecho, dicho a modo de anécdota, es uno de los pueblos candidatos a adoptar personas propuesto por una famosa marca de bebidas. Gracias Julián por mostrarme “tu” Burgohondo, espero que pronto sea también el vuestro.

Vir
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