jueves, 20 de septiembre de 2012

Recuerdos que no se borran


¡Por fin llegaron las ansiadas vacaciones! Ese es uno de los momentos más esperados a lo largo de todo el año. Si somos de esos afortunados a los que la crisis no les afecta demasiado, es muy posible que uno o dos días después, montemos en nuestro vehículo, en tren o avión, y nos marchemos a conocer y disfrutar de sitios nuevos, paisajes lejanos y maravillosos, monumentos impresionantes… Nuestra cámara de fotos se encargará de inmortalizar todos estos lugares con la doble intención de prolongar nuestra estancia, de una manera un tanto virtual y de causar pelín de envidia a amigos y familiares que no han tenido la suerte que hemos tenido nosotros al recorrer esos parajes. Pues bien, esta es ahora mi situación. Acabo de pasar dos semanas en Fuerteventura, una islita que, desde el punto de vista monumental, es equiparable a cualquier ciudad dormitorio de una gran ciudad. Cero patatero que diría el otro. Su belleza paisajística es también poco fotogénica: Un secarral en el interior con cabras, ardillas y algún que otro camello, o dromedario, vaya usted a saber, rodeada, eso sí, de playas de arena blanca y mar salada. Pero las playas son como los circos. Vista una se ven todas y si el día es soleado, muy experto hay que ser para apreciar diferencias entre una playa canaria, una del caribe o la Malvarrosa valenciana. Quitas el cocotero, el restaurante de la Pepita y todas iguales. Más o menos. Sumemos a todo esto, y lo digo para quien no lo sepa, que soy totalmente ciego. Si, de esos de bastón blanco a los que usted, amable lector, ayuda a cruzar las calles. Con este condicionante la cosa se agrava. A partir de ahí igual me da el estar enfrente de la máscara de Tutankhamon en el museo del Cairo o en frente de una taquillera bigotona del metro de Madrid. Sin embargo, a pesar de esta realidad y aun a riesgo de resultar incongruente, me encanta viajar. Visitar sitios nuevos y buscar aquellos lugares que me ofrezcan nuevas sensaciones. Y dicho esto, continúo con mi periplo vacacional. Usted, lector, seguramente ha realizado un precioso álbum fotográfico con todo lo que yo decía unas líneas más arriba. Pues bien, me gustaría apuntar que hay algo en lo que apenas nos fijamos durante nuestros viajes. En las gentes. Recordamos el Taj Majal pero ignoramos al tipo que nos sube las maletas en el hotel. Nos extasiamos ante la Torre Eiffel pero nos olvidamos del morito que nos sirvió una taza de té de manzana en ese rincón perdido de Estambul. Parece lógico. “Tajmajales” hay pocos y camareros muchos. Pero, y aquí entra de nuevo el tema de la ceguera, cuando todo es sonido, todo es tacto, todo es palabra, las cosas cambian y las personas que nos rodean adquieren un significado especial. Mi recuerdo en este post, va dirigido a ellas.


Personas como Cosme o José Manuel, camareros del hotel donde nos encontrábamos, que en cuanto me veían aparecer por la discoteca se encargaban de colocarme una cestita de cacahuetes que rellenaban periódicamente según me los iba comiendo. A ellos les debo buena parte de los kilos que me he traído de más tras las vacaciones. Margarita, la camarera de nuestra habitación, se preocupaba de que, cada tarde, cuando llegábamos de la playa, tuviéramos algunos bombones de chocolate sobre nuestras mesillas colaborando también , al incremento graso de mi cuerpo.



En este voluntarioso esfuerzo Isabel y Pedro propietarios del chiringuito playero donde comíamos unos deliciosos pescados a la espalda acompañados de papitas arrugás con mojo, pan con ali oli y ensalada de lechuga y tomate que no probé para no engordar todavía más. Tina y Fredi los camareros me servían las cervecitas y el ron amarillo Areucas (copa regalo de la casa) y Aymara, una encantadora cubana de ojos azules y sonrisa eterna nos reservaba y preparaba la mesa para que no tuviéramos que esperar para comer en un chiringuito que, por su calidad y precio, siempre estaba a reventar. A ellos, repito, les debo culpar de ese par de kilos, quizás tres, que se han empeñado en alojarse a la altura del cinturón.



En la parte contraria tenemos a los chicos de animación del hotel. No me explico el interés que tenían Dorotea (húngara), Kathy (inglesa) que rebosaban sexy por todos sus poros, Dina, (portuguesa) tan sexy como las anteriores, Mel, la maravillosa cantante española del equipo, Gabriel, un catalán muy salao y Diego de Colombia en que dejara de tomar daiquiris para salir a pegar botes a la pista al ritmo del “danzacururo”. ¿Qué les había hecho yo? En fin, que quiero, con este post, hacer un homenaje a todas aquellas gentes que se han esforzado para lograr que, una vez más, nuestras vacaciones hayan sido, como siempre son las vacaciones, maravillosas. Chicos va por vosotros.


Nota. Es obvio que las fotos que acompañan este reportaje no las he tomado yo. Doña Chespira, ha sido la encargada de ese negociado. Si están desenfocadas, echadle la culpa a ella.

Chéspir

6 comentarios :

  1. Un artículo muy sentido, en las vacaciones y en los viajes en general las sensaciones y las gentes que se conocen son una parte muy importante. Me encanta tu toque personal al escribir. Me encanta que colabores con nosotros, eres un gran fichaje. Gracias por implicarte en este modesto blog. No todo en las vacaciones es conocer lugares, también conocer gente y sentirte querido es importante.

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  2. Tienes razón, cuando se va de vacaciones no es todo conocer un lugar o visitar monumentos, también hay que disfrutar de las personas que nos rodean y conocer gente nueva, que siempre la hay divertida, generosa y amable.
    Me alegro de que lo hayáis pasado tan bien durante las vacaciones y espero que no eches mucho de menos las cestitas de cacahuetes y las papas con mojo. No sé como has podido ganar peso con lo que te has movido en la pista de baile. Un saludo a Doña Chespira.

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  3. Cuanta razón llevas. Las personas al igual que los lugares también hay que descubrirlas y disfrutarlas. Además ese trato, esa cercanía es la que marca la diferencia en unas vacaciones más allá de la ubicación del hotel o los paisajes. Todo un homenaje a esas personas que hacen que nuestros viajes sean inolvidables gracias a su profesionalidad.
    Una entrada por todo lo alto Chéspir. Bienvenido

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  4. Cuanta razón llevas. Las personas al igual que los lugares también hay que descubrirlas y disfrutarlas. Además ese trato, esa cercanía es la que marca la diferencia en unas vacaciones más allá de la ubicación del hotel o los paisajes. Todo un homenaje a esas personas que hacen que nuestros viajes sean inolvidables gracias a su profesionalidad.
    Una entrada por todo lo alto Chéspir. Bienvenido

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  5. Todo viaje deja una huella imborrable, a veces leves y otras más profundas, pero todas forman parte del viaje. De cada lugar guardamos historias y personas a las que recordaremos toda la vida.
    Bienvenido Chéspir.

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  6. Lo interesante de los viajes aparte del propio viaje en si, son los momentos vividos y sobre todo las experiencias. Además de disfrutar de la belleza paisajística y monumental, conocemos personas que intentan hacer de nuestra estancia algo especial.
    Enhorabuena por tu artículo y a Doña Chespira por encargarse de las fotos.

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