El Convento del Roser o del
Rosario, fue una comunidad de Predicadores de la orden de los Dominicos. Su
construcción comenzó en 1669.
Tras la Desamortización de Mendizábal quedó abandonado; más tarde se utilizó como centro educativo, museo arqueológico y escuela de Bellas Artes, hasta que la Red de Paradores hizo una acertada y respetuosa reforma, acondicionándolo para convertirlo en un sorprendente y fantástico Parador.
Está situado en el casco histórico
de la ciudad, muy cerca de la Calle Mayor y de la Catedral Nueva.
El bonito portal de entrada ya indica la singularidad del edificio.
El claustro es de planta cuadrada y tiene tres pisos con arcadas. Está cubierto y es el centro del encantador establecimiento.
Desde las galerías del patio se accede a las habitaciones, son amplias y funcionales, decoradas con colores naturales, y tienen unas camas muy grandes y confortables. El completo cuarto de baño, con ducha y bañera, resulta práctico y cómodo.
Recorriendo el Parador veremos piezas de diseño contemporáneas, y una colección artística de oleos y grabados. Destaca la exhibición de unos preciosos cartones para la elaboración de tapices cedidos por la Real Fábrica de Tapices.
No hay que dejar de admirar el
vestíbulo, la escalera y la antigua sacristía con frescos en el techo. En la
tercera plata hay un moderno gimnasio con agradables terrazas con tumbonas.
En la antigua iglesia, con varias bóvedas y una altísima cúpula, se ha instalado el maravilloso comedor. Tiene también pequeñas salas abiertas cada una con decoración diferente, resultando un conjunto espectacular.
Su restaurante está atendido por un personal muy amable, y cuenta con una carta con unos deliciosos platos difícil de escoger entre ellos.
Siguiendo las recomendaciones del atento jefe de Sala, acertamos al pedir tomates “Kumato” rellenos de Mató y su salpicón con boquerones, huevas de maruca, trucha y caviaroli; lubina del Delta ahumada a la vista con falso carbón y romesco; y ventresca de atún rojo del Estrecho con habitas a la menta, emulsión de guacamole y berenjena a la llama; de postre su nueva versión de crema catalana. Resultó un menú redondo, muy bien presentado en mesa y absolutamente exquisito.
Durante el desayuno, en el mismo
comedor, la oferta es muy variada y de gran calidad.
Sin ninguna duda el Parador es muy recomendable por su sugerente y relajado ambiente, por la confortabilidad de las habitaciones, por su decoración cuidada al detalle, y por el alto nivel de profesionalidad de sus empleados.
Inma
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