Según las crónicas del siglo IX, era costumbre entre los nobles visigodos hispanos que todo aquel hijo que se dedicase a las armas para ganarse el debido respeto del pueblo, tenía que salir al monte y matar un oso. En esta situación se encontraba Pelayo, un joven de trece años que pertenecía a la alta nobleza, pues era nieto del rey Chindasvinto. El duque Favila, su padre, considero que había llegado el tiempo en el que el joven debía salir y demostrar su valentia. Los osos eran muy abundantes en la época y se consideraban seres malignos.
Aquel evento tenía cierto aire festivo, a él acudían numerosa gente. Solía durar toda la noche donde asaban algún ciervo y bebían hasta emborracharse. Así que cierta noche de luna llena cuando los osos se encontraban en celo, la comitiva se acercó a una charca cercana donde bajaban a beber las hembras y tras ellas los machos con intención de aparearse. Los osos más atentos a satisfacer sus deseos carnales, descuidaban la vigilancia y así era más fácil alcanzarlos. Por un sendero cercano a la charca se retiraba un oso joven dando dolorosos bramidos y lamentándose de las heridas sufridas en la pelea. El joven Pelayo se separó de la partida y colocándose en medio del camino con una lanza en la mano se dispuso clavársela al animal. Cuando este al verle se alzó sobre sus patas traseras, gruñendo con todas sus fuerzas. Pelayo aterrorizado tiró la lanza al suelo y echó a correr. Una vez repuesto de aquel susto, se arrodilló ante el padre y rogó perdón. A lo que el padre replicó: "permaneced de rodillas que es postura que os conviene para el futuro que os espera". Pensando que si no servía para las armas, su destino era la Iglesia.
Monumento dedicado a Don Pelayo en Cangas de Onís |
El padre se equivocó y Pelayo consiguió matar él solo en una sola noche, no un oso sino dos. Aquella hazaña corrió de boca en boca por todo el reino. Pasaron los años más o menos felices y tranquilos, incluido algún que otro amorío, hasta que llegó la invasión árabe. Pelayo fue reclutado para servir a su patria en peligro. Tras la derrota de la batalla de Guadalete se refugió en Toledo y a la caída de esta ciudad huyó a Asturias donde empezó a reclutar a campesinos astures. La primera revuelta encabezada por Pelayo fue todo un fracaso. Detenido y enviado a Córdoba, consiguió escapar y volver a Asturias donde realizó una segunda sublevación refugiándose en una cueva recóndita de las montañas.
Los árabes salieron en persecución de los rebeldes y poco a poco fueron entrando por un angosto valle hasta dar con el escondrijo. Según las crónicas de la batalla, el ejercito de los árabes era muy superior al de Pelayo. Los astures escondidos en la cueva al verse acorralados invocaron a la Virgen María. No sé si fue un milagro o una casualidad, pero lo cierto según las crónicas es que cuando los arqueros árabes lanzaban sus flechas contra la cueva, estas rebotaban en las paredes rocosas y se volvían contra ellos que junto a los gritos de guerra de los astures que lanzaban troncos y piedras, causaron grandes destrozos entre los invasores que huyeron despavoridos. No sé que parte de esta historia será cierta o leyenda, pero aquella hazaña dio comienzo a la reconquista de los reinos cristianos en la Península Ibérica que duró siete siglos. Pelayo tras la batalla fue nombrado rey de los astures.
Monumento a Don Pelayo en Covadonga |
Hoy en día la Santa Cueva es un lugar sagrado y uno de los lugares más significativos de Asturias, se accede a ella a través de un túnel o una empinada escalera. Una pequeña ermita acoge en su interior a la Santina, la virgen que ayudó a los astures a luchar contra los árabes y junto a la ermita descansan los restos de Don Pelayo junto con los de su mujer y su hermana. A los pies de la cueva hay un pequeño estanque con una fuente que según la tradición dice que aquel que beba agua de uno de sus siete caños se casará en el año siguiente y quien lance una moneda de espalda al estanque pidiendo un deseo, este se verá cumplido.
En honor a la virgen se levantó a finales del siglo XIX la Basílica de Santa María la Real de Covadonga, construida en estilo neorrománico. En la actualidad es un gran centro de peregrinación y de obligada visita si viajamos a Asturias, al que acuden miles de peregrinos y curiosos.
Aunque soy más dado a los testimonios históricos que religiosos, este lugar desde siempre me ha fascinado. Se encuentra en un enclave natural de gran belleza junto a los Picos de Europa.
Rafa
Ehnorabuena por la entrada es fantastica,esa tierra Asturiana tiene un encanto que enamora,yo estube por allí y baje para el sur enamorado.Un saludo.
ResponderEliminarTe ha quedado redondo el artículo, Rafa. Me ha gustado mucho leerlo.
ResponderEliminarSupongo que en el relato se mezclan hechos reales con leyendas, de cualquier manera es interesante y nos lo has contado muy bien.
Covadonga es un sitio espectacular, en un paraje precioso de los Picos de Europa. He estado allí un par de veces, en primavera es muy bonito. Es un lugar muy visitado que no hay que perderse.
Esta historia de Pelayo y los osos me ha recordado a otra más reciente de otro monarca. Fantasía o realidad, lo cierto es que este enclave asturiano es un lugar precioso y de gran importancia en la historia de España. Enhorabuena por el artículo y su documentación. Sin duda has hecho una excelente labor.
ResponderEliminarLa basílica de Covadonga y la Santa Cueva, son uno de los lugares más emblemáticos de Asturias, llenos de magia, que sin duda me sorprendió y os recomiendo visitar.
ResponderEliminarGran lección de historia Rafa, me ha encantado conocer a Pelayo y sus andanzas. Asturias es una tierra con un carácter especial que atrapa al visitante. Me da igual que sea fantasía o realidad, lo importante es que esté y se de a conocer. Enhorabuena
ResponderEliminarCuriosamente he estado hace poco en Cangas de Onís y en mi última entrada he compartido tu foto de Don Pelayo. Me ha gustado leerte porque desconocía la historia o leyenda que cuentas. Estupenda entrada!
ResponderEliminarLo de los 7 caños es verdad bebi en junio y me caso el junio que viene
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