Salamanca es una de las ciudades más bellas de toda España, posee una belleza tan extraordinaria que resulta complicado describir lo que uno siente cuando la recorre. Si paseamos por su casco antiguo, esta ciudad castellana bañada por el río Tormes, te sorprenderá continuamente.
Caminando por la calle San Pablo te encontrarás con un edificio renacentista del siglo XVI. Es el Palacio de la Salina, un discreto y a la vez hermoso edificio, sede de la Diputación Provincial de Salamanca.
Quizás no te llame mucho la atención pues pasa totalmente desapercibido. Sin embargo, tras esa apariencia sobria de su fachada, se esconde un hermoso patio interior, mezcla de estilo gótico y renacentista. En él podrás contemplar unos preciosos arcos y capiteles que lo dotan de un gran interés artístico.
Antes de entrar fíjate primero en la fachada de esta preciosa mansión plateresca, verás que está formada por cuatro arcos decorados con diferentes bustos entre los que destacan el de Cleopatra y Marco Antonio. Si ves la puerta abierta, merece la pena entrar y descubrir este pequeño secreto.
Atraviesa la bella rejería y el zaguán, sube las pequeñas escaleras y adéntrate en su interior. Lo primero que te llamará la atención de su irregular patio, es sin duda la galería sostenida por unos enormes personajes atormentados, con una gran expresión y realismo.
Hay quien sostiene que el nombre del palacio proviene del antiguo almacén que había en sus sótanos para almacenar la preciada sal. Aunque existe una leyenda sobre el Palacio de la Salina, también conocido como Palacio de Fonseca.
Dicen que el Arzobispo Alonso de Fonseca, el poderoso e influyente personaje de la época, viajó a Salamanca y pidió a las familias nobles de esta ciudad que le acogieran en sus casas. Éstas se negaron porque el Arzobispo, no viajaba solo, iba acompañado de su amante, Juana Pimentel. El Arzobispo, se enfadó tanto que para vengarse, mandó construir este palacio y lo decoró con las grotescas figuras que puedes contemplar y representan a los nobles que no quisieron alojarle.
No es un secreto que el Arzobispo Fonseca tuvo una amante llamada Juana Pimentel. Sin embargo, no fue él quien en realidad mandó construir el Palacio de la Salina. Fue la familia de Rodrigo de Messía Carrillo y doña Mayor de Fonseca y Toledo quienes encargaron al arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, realizar esta maravilla.
Doña Mayor quiso legarle a su segundo hijo, Juan Alonso de Fonseca, este palacio. Así que posiblemente, el gran parecido de los nombres entre el verdadero propietario del palacio y el clérigo, nos lleve a la confusión.
Rafa
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