El nombre de Alarcón proviene del
rey visigodo Alarico. En esta localidad se encuentra uno de los Paradores más
bonitos de la Red, tanto por su emplazamiento como por el castillo que ocupa.
En 1184, Alfonso VIII inició un
duro asedio a esta fortaleza, y tras nueve meses fue conquistado gracias a las
tropas capitaneadas por Hernán Martínez de Ceballos. Él mismo escaló la muralla apoyándose
sobre dos dagas vizcaínas, un arma blanca corta que se usaba en la mano izquierda
a la vez que en la derecha se utilizaba la espada. Tras esta hazaña, Hernán cambió su apellido por Martínez de Alarcón.
En el siglo XIV las tierras de
Alarcón pertenecieron al Infante Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X El Sabio.
Aprovechando su noble posición fue consejero de reyes, acaparando poder e influencia, viéndose involucrado en intrigas políticas
entre Castilla y Aragón.
Una vez que abandonó la vida política
se dedicó a la literatura. En su castillo de Alarcón escribió parte de su obra
literaria. Sus escritos más conocidos son "El Conde Lucanor" o
"Libro de Patronio". Quiso
crear un conjunto de enseñanzas morales así, el joven conde Lucanor plantea un problema o una
duda a su consejero Patronio, y éste le
explica la solución a través de un ejemplo como si fuera un cuento.
El castillo pasó después a ser
dominio del marquesado de Villena. Don Juan Pacheco modificó la fortaleza y es
como la vemos hoy en día.
Alarcón se sitúa sobre el
profundo meandro del río Júcar. Está rodeado de tres líneas de muralla, al
castillo medieval se accede por una estrecha carretera y la llegada al Parador es
espectacular.
En la fortaleza destaca la Torre
del Homenaje, de planta rectangular rematada con doble almenado.
El establecimiento cuenta con tan
sólo 14 habitaciones, es pequeño pero encantador. En sus reducidas
instalaciones hay una cafetería con chimenea, el restaurante con techo
abovedado y un patio interior con pozo. En la decoración se han utilizado colores cálidos para crear un atractivo
ambiente.
En la impresionante Torre del
Homenaje se sitúan las habitaciones superiores. Me hacía ilusión poder ocupar
la que lleva el nombre del guerrero que conquistó el castillo, Hernán Martínez
de Alarcón. La estancia es muy confortable y sumamente acogedora. A través de
sus pequeñas ventanas es impresionante ver el grosor de los muros de la torre. Me
gustó también mucho el cuarto de baño combinando mármol, piedra y vidrio.
En el restaurante probamos varias
de sus especialidades, como el morteruelo conquense, el ajomortero, espinacas a la iniestense, gazpacho manchego
con setas y el helado artesano de queso, estaba todo delicioso.
El desayuno, a diferencia de la
mayoría de los Paradores que es un buffet, aquí es a la carta. Los exquisitos huevos benedictine que preparan
te cargan de energía para hacer alguna de las rutas por los senderos del río Júcar.
No hay que marcharse del Parador
sin subir y dar un paseo por las almenas, para disfrutar de sus preciosas
vistas y observar el foso natural
formado por el río.
Inma
¡¡Qué buenos recuerdos me trae este Parador!! Hace relativamente poco que lo visité y me encantó tanto el magnífico castillo como la villa. Es uno de los paradores más exclusivos y bonitos de España. Una excelente opción para realizar una escapada de fin de semana. Y se come de lujo!!!
ResponderEliminarEs un lugar maravilloso para alojarse y descansar o bien, para visitar el pueblo y los alrededores. Su ubicación es muy buena y el edificio magnífico con unas vistas únicas gracias a que esta ubicado en un espacio inigualable. Es sin duda, uno de los mejores Paradores de toda la red y siempre que voy camino de Valencia lo visito.
ResponderEliminarCuantas más veces vengo más me encanta.
Es un parador magnífico y también creo que es uno de los mejores de la red. Lo he visitado en varias ocasiones y he podido disfrutar de su restaurante, un lugar que me gusta mucho y siempre he tenido una experiencia más que agradable. Una buen propuesta para una escapada romántica.
ResponderEliminarEste Parador es un lujo en la red, por el enclave donde se encuentra y por la exclusividad al tener pocas habitaciones. No he tenido la oportunidad de alojarme en él, pero ya sólo comer en su restaurante y visitar los alrededores del castillo, te haces una idea de la tranquilidad que produce poder alojarte en él. La historia y el arte de este pequeño pueblo conquense merece parada y si es posible fonda. Es encantador y un verdadero descubrimiento. Buen reportaje Inma.
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