lunes, 14 de septiembre de 2015

Peñaranda de Duero y los americanos

Visitamos Peñaranda de Duero una tarde de verano del mes julio cuando la temperatura rondaba los 40 grados a la sombra. Apenas faltaban unos minutos para las 4 cuando llegamos a este municipio burgalés y no se veía un alma por la calle. Enseguida nos percatamos de la monumentalidad del pueblo con su imponente castillo dominando desde lo alto y la bella Plaza Mayor jalonada de palacios y típicas casas castellanas.

Plaza Mayor con el castillo al fondo


Así pues nos dirigimos a la oficina de turismo de la localidad a pedir información sobre los monumentos y lugares a visitar. Nos comentaron que existen visitas guiadas a diario (excepto los lunes) a la Colegiata de Sta. Ana y al Palacio de los Condes de Miranda (o los Avellaneda), ambos en la misma Plaza Mayor a las 4 y a las 5 de la tarde respectivamente, sin embargo, muy amablemente nos dicen que el número mínimo de visitantes para llevar a cabo la visita es de cuatro. ¡Vaya mala suerte! Después de llegar hasta allí a propósito no íbamos a poder entrar a ver estas obras de arte. Resignados solicitamos información para, al menos, poder subir al castillo cuya visita a la torre del homenaje también precisa de un número mínimo de visitantes (en este caso grupos de 10). Eso sí, la visita al exterior y el patio de armas puede hacerse libremente.

Posada ducal y arco de acceso a la Plaza Mayor
De repente asoma por la oficina de turismo un oriental que quiere visitar la Colegiata junto con otras dos personas. Ya somos cinco, ¿casualidad, serendipia? En fin, tras este inicio, comenzamos la visita a la iglesia puntualmente con nuestra guía aunque únicamente en español. Los "guiris" no se estaban enterando de nada, los pobres. Una lástima, también habían pagado su entrada como nosotros. Me fastidió porque se les veía  interesados. Para nosotros, en cambio, era como tener una guía en exclusiva a la que poder preguntar y consultar nuestras dudas. Más tarde descubrí que los extranjeros eran un coreano y dos norteamericanas que habían venido a una boda y eran muy simpáticos.

Fachada de la Colegiata de Santa Ana
La colegiata de Peñaranda, fue proyectada en origen como una catedral, como demuestran sus dimensiones y altura, aunque al fallecer el tercer conde de Miranda, D. Francisco de Zúñiga, señor del lugar, no hubo dinero para terminarla y quedó como colegiata. Se edificó por orden de doña María Enríquez de Cárdenas, natural de Peñaranda, heredera del ducado de Peñaranda y viuda del conde. La obra se prolongó durante 200 años desde 1540 hasta principios del s. XVII y su diseño se atribuye a la mano de Rodrigo Gil de Hontañón y de Pedro Resines. La portada, de estilo barroco clasicista, está adornada con imágenes de distintos santos en nichos y presidida por la imagen de Santa Ana a quien está dedicado el templo. A ambos lados destacan los escudos de los Zúñiga y los Avellaneda. Se accede subiendo una escalinata con ocho columnas renacentistas traídas expresamente desde Nápoles y tres bustos de emperadores romanos, posiblemente extraídos de Clunia.
Altar mayor

El interior es sobrio y con pocos ornamentos. Sobresale el retablo dedicado a su patrona, Sta. Ana, con un altorrelieve custodiado por cuatro columnas en cuya base se encuentran los escudos de los fundadores.
En la sacristía se conserva una curiosa colección de reliquias, muchas de ellas procedentes de Italia, a donde viajaban con frecuencia los condes.

Finalmente, en el altar de iglesia se encuentra enterrado el corazón de D. Cipriano Portocarrero y Palafox, conde de Montijo y Miranda y duque de Peñaranda por expreso deseo del noble como se lee en la lápida colocada a tal efecto. Más tarde estos títulos nobiliarios pasaron a la casa de Alba a la que pertenecen en la actualidad.







A estas alturas de la visita las americanas no dejaban de hacer preguntas sobre el edificio que yo le traducía a la guía y que ella trataba de responder pero la situación era un poco rara. Estaba viendo que se iban a marchar y que entonces peligraba nuestra visita al Palacio hasta que finalmente, me dirigí a ellos para convencerles de que no se marcharan y que nos siguieran al palacio a lo que finalmente accedieron. ¡Minipunto para mi!

Fachada del Palacio de los condes de Miranda

Durante la visita al Palacio de Avellaneda del s. XVI, esta vez con otra guía, directamente hice la traducción simultánea para los extranjeros y además se nos unieron dos visitantes españoles más. Es una auténtica joya del plateresco español. Su fachada mira a la colegiata y es de estilo renacentista, decorada con los escudos de los Zúñiga, Avellaneda y Cárdenas.

Patio interior

En su interior nos recibe un patio precioso de estilo tardogótico en su planta inferior con doble arquería cuya planta superior renacentista está rematada con un techo artesonado magnífico que parece ondulado. Esta impresión es sólo un efecto, una vez arriba vemos que el techo es plano, impresionante. Además es el original. Las columnas son de estilo toscano muy al gusto del estilo italiano imperante en la época. Encima de cada columna del piso superior se sitúan unos medallones que reproducen rostros anónimos.

Escalera de honor
A la escalera de honor que conduce al piso superior le precede un bello arco decorado con yeserías con motivos mudéjares y renacentistas. Es una escalinata increíble, señorial y elegante rematada con una cornisa de yesería y un techo de casetones que ha sido restaurado.

Salón de Embajadores

Alrededor del patio se disponen las estancias más importantes del edificio, si bien es cierto que no puede visitarse en su totalidad. Accedemos al llamado Salón de Embajadores, sin duda, lo más bello del palacio a juzgar por la exclamación general. Se trata de un enorme salón de estilo plateresco decorado con un fabuloso techo de mocárabes (similar a los de algunas salas de la Alhambra) en el que destacan también varios elementos como la chimenea de estuco, una tribuna cerrada con celosía para los músicos y los ventanales con vistas a la Plaza Mayor. A ambos lados de la estancia hay otras salitas de menores dimensiones en donde se sitúan dos grandes braseros. El coreano pregunta si sirven para preparar "paela". Sí, claro ¡¡y para los rollitos de primavera también!! La guía nos explica que el mobiliario del edificio no es el original ya que fue saqueado por los franceses en el siglo XIX.

Techumbre con mocárabes

La guía nos cuenta una anécdota sobre el magnate norteamericano William Randolph Hearst que trató de adquirir por 65.000$ este monumento y trasladarlo a EEUU para su colección. Durante las negociaciones para la compra fue engañado ya que su emisario trató con quienes no eran los dueños legítimos del palacio y finalmente no pudo adquirirlo. Los visitantes españoles se ríen mientras les traduzco la anécdota a las americanas (¿qué pensarán de nosotros?).

Abandonamos el palacio de Avellaneda y nuestra guía nos hace una nueva propuesta: visitar la farmacia más antigua de España en funcionamiento. ¿Dónde? En Peñaranda, claro. Para visitarla hay que llamar por teléfono y pedir permiso a su actual propietaria. Una vez obtenido el permiso los siete turistas nos ponemos en marcha pues apenas la separan 50 pasos de la plaza. Allí nos espera la actual farmacéutica, la octava generación de su familia que regenta la botica. Tras despojarnos de nuestras mochilas e indicarnos que está prohibido sacar fotografías, entramos en la pequeña sala repleta de frascos con extraños nombres y porcelanas del siglo XVIII. No es una farmacia al uso como las que frecuentamos ahora. No tiene mostrador, ni caja registradora ni nada moderno. La propietaria nos cuenta que los pacientes acuden con las recetas, ella coloca los medicamentos en bolsas y después pasan a recoger las medicinas y abonarlas. La vivienda familiar ocupa la planta superior. Las americanas están con la boca abierta. No salen de su asombro. Todo lo que han visto hoy es más antiguo que su país.

Interior de la farmacia Ximeno (tomada de Panoramio)

Laboratorio
A continuación pasamos a la diminuta rebotica que contiene más productos y hierbas de todo tipo y algunos vademécum para visitar por último al laboratorio que se conserva tal y como estaba en el siglo XVIII. Hay animales disecados, tarros de cristal, extraños instrumentos y balanzas donde se preparaban las fórmulas magistrales. Era obligatorio para las boticas de aquella época cultivar plantas medicinas en un jardín propio. Desde el laboratorio vemos el pequeño jardín del que se obtenían hierbas milagrosas contra todo tipo de males.

Salimos maravillados con esta última sorpresa del día pero también cansados porque el calor del verano está apretando. ¡¡Vamos a tomar un refresco con los guiris!! Nos sentamos en una terraza a descansar y charlar mientras contemplamos la majestuosa Plaza Mayor de Peñaranda de Duero. La única palabra que conocen en español es: ¡Salud! Así que brindamos con ellos por este día que nos ha reunido y por las maravillas que hemos visto en este lugar de Castilla. Al menos estos americanos no han tratado de llevarse nada más que recuerdos en esta ocasión.


Susana

6 comentarios :

  1. Un auténtico descubrimiento este pueblo burgalés. Su monumentalidad nos dejó absortos, no nos esperábamos tal belleza en tan poco espacio. En su plaza mayor se encuentra todo y forma un conjunto de primer orden. Lo de los americanos fue un extra que hizo de la visita a Peñaranda de Duero fuera una experiencia que recordaremos siempre. Todo lo que vieron era más antiguo que su país, incluso la farmacia, uno de los sitios que no debéis dejar de ver si lo visitáis. Gran artículo Susana, muy bien contada nuestra visita. Ver las caras de la madre americana con lo que estaba viendo y las preguntas que hacia, fue una anécdota digna de contar y está perfectamente plasmada en este post. Gran trabajo.

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  2. Desconocía que Peñaranda de Duero tuviese tanto para ver.
    Me ha gustado mucho el Palacio de los Condes de Miranda.
    Una visita interesante y contada de forma muy completa, Susana, con el añadido de coincidir con una persona coreana y otras norteamericanas, que lo hicieron sin duda aún más ameno y curioso.

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  3. Este tipo de experiencias hacen que la visita guiada resulte bastante amena y entretenida. Sin duda, una anécdota para recordar gratamente. El pueblo bien merece un paseo, me ha parecido maravilloso con un rico patrimonio histórico y una interesante farmacia que nos muestra cómo eran estas hace muchos años.

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  4. Todo una joya Peñaranda de Duero, la desconocía por completo. Ha sido una visita muy interesante y exclusiva, todo un pueblo para vosotros y para los americanos que os acompañaron.
    Me alegro que lo pasaras también en esta escapada.

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  5. Una pena que no hayáis podido visitar el castillo, es una maravilla. Subir a lo alto de la torre del homenaje y contemplar toda la comarca en una vista de 360° es indescriptible.

    Saludos.

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  6. La oficina de turismo de peñaranda ofrece visitas en ingles y frances a los visitantes que lo pidan por supuesto no van con los que hacen la visita en español porque sino seria eterna tener que hablar alternando los dos idiomas,por otra parte hay alguna imprecision el el relato que escribe

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