Frontera entre el Valle del
Guadalquivir y la Vega de Granada, fue una ciudad árabe durante más de 600
años. Estaba considerado un baluarte inexpugnable hasta que, en 1341, Alfonso
XI la anexiona a Castilla.
Por su estratégica localización era una población fortificada con triple recinto amurallado.
Estaba divida en varias zonas, el
barrio militar o Alcazaba y La Medina o el barrio noble.
La Alcazaba era el recinto principal con tres torres, la de la Campana, Torre Mocha y la del Homenaje, todas unidas por lienzos de muralla con altos adarves.
En la botica se elaboraban las
pócimas médicas de la época. Se pueden
visitar los restos de varias bodegas, pozos, aljibes, y un nevero.
En torno a la ciudad amurallada se construyó en época medieval una red de atalayas para alertar a la población de los ataques del enemigo, hubo hasta 18 torres, quedando aún en pie muchas de ellas.
La Fortaleza de La Mota era el
centro de control de las torres vigía que la rodeaban.
La iglesia de Santa María la Mayor, fundada por Alfonso XI, es un elegante edificio renacentista. El templo se utilizó como cementerio, y en la actualidad sorprende su interior. Se han instalado varias pantallas en las que se proyecta un interesante vídeo con la historia de la fortaleza.
Junto a la iglesia están las
Casas del Cabildo, que fueron las dependencias del gobierno administrado por el
Corregidor.
Con un amplísimo y perfecto trazado urbano, la villa tuvo un gran esplendor hasta el siglo XVII.
En 1812 las tropas napoleónicas
incendiaron la Iglesia Mayor Abacial y arrasaron gran parte de Alcalá la Real.
Como complemento se debe visitar el Palacio Abacial, de estilo neoclásico, donde está instalado el Museo Arqueológico de Alcalá la Real. Las salas están alrededor de un patio con galerías abiertas.
El recorrido por la antigua ciudad amurallada y por el museo nos dará una idea de la importancia que tuvo la capital de la comarca de la Sierra Sur de Jaén.
Inma
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