La Plaza
Mayor de Madrid ha sido siempre un escenario de la vida pública, un núcleo
privilegiado en donde se hicieron y se hacen todo tipo de actos. Es una de las
más bellas de España, hoy es uno de los lugares más agradables y concurridos de
la ciudad, punto obligado de cualquier turista que se precie, es casi
inevitable no pasar por este rincón tan mítico que se ha convertido en un
punto de referencia para todos los que habitan esta ciudad. Es la plaza
por excelencia a pesar de que la vecina Puerta del Sol le haya quitado el
puesto como centro de reunión.
Al entrar
por cualquiera de sus arcos y darnos una vuelta, vemos que toda ella compone un
solo monumento: la Casa de la Panadería, de la Carnicería, las fachadas de edificios
con innumerables balcones, buhardillas, chapiteles, etc. Pero quiero que vuestra mirada se
dirija hacia el centro de la plaza donde se alza la estatua ecuestre del Rey
Felipe III, fundida en Florencia a principios del siglo XVII en bronce.
Os voy a
contar una curiosa anécdota, que me contaron hace tiempo y me sorprendió
bastante. Pocos viandantes saben que la estatua ha sido un cementerio para
muchos gorriones, aunque ninguna lápida ornitológica señale tan trágico lugar
donde numerosos pajaritos vieron la luz por última vez.
El
cementerio, en realidad, estaba dentro de la barriga del caballo, así fue como
si el caballo se hubiera zampado los pajaritos. Bueno, de alguna manera eso fue
lo que pasó.
Si miramos
atentamente el caballo, podremos observar que su boca está soldada y cerrada,
pero no siempre estuvo así. Originalmente, la boca estaba abierta lo suficiente
como para que un pajarillo pequeño se colará por ella. Los gorriones solían
posarse en la boca y después entrar por el estrecho pasillo de la garganta que
conducía a las oscuras entrañas del caballo. Una vez allí, los pobres
pajarillos revoloteaban en la oscuridad intentando encontrar una salida y
morían dentro, convirtiéndose así en una trampa mortal.
Durante
cientos de años, nadie supo de su existencia. Hasta que en 1931, año en que se
proclamó la II República y en que el sentimiento antimonárquico se había
desatado, las celebraciones alcanzaron tal magnitud de fervor patriótico, que
un grupo de personas colocaron un explosivo en el interior de la boca del
caballo haciendo explotar el vientre de éste. Para sorpresa de todos los allí
congregados, el aire se llenó de cientos de huesos de pajarillos, con lo que se
descubrió esta trampa mortal que había estado oculta durante siglos, un
cementerio de gorriones.
Tras la
Guerra Civil se inició la restauración de la estatua. Desde entonces, la boca
del caballo permanece soldada, salvando así la vida a cientos de gorriones, que
de lo contrario, hubieran sufrido el mismo destino que sus congéneres.
La verdad es
que aunque es una anécdota funesta, no deja de ser sorprendente. Para los que
desconocieran los hechos, ya tenéis algo que contar a vuestros amigos la
próxima vez que quedéis por la Plaza Mayor.
Rafa
No había oído nunca esta historia de los pobres gorriones, me alegro que ya tenga el caballo “cerrada” la boca.
ResponderEliminarSiempre es agradable un paseo por la Plaza Mayor de Madrid, en cualquier época del año y a cualquier hora. Cerca está el Mercado de San Miguel, un sitio que me gusta mucho y que es perfecto para tomar algo por su variada oferta, amplio horario y animado ambiente.
Un abrazo, Rafa.
Me ha encantado la anécdota, muy interesante. La Plaza Mayor tiene un encanto propio porque es un monumento en si mismo y por el ambiente que genera a su alrededor. Taperar por sus alrededores es una maravilla. Estas historias la engrandecen aún más. Gracias Rafa por culturizarnos un poco más. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por traernos este pedacito de Madrid a la mente. Muy curiosa y triste la anecdota pero me ha encantado como nos lo cuentas. Hace tiempo visitamos la casa de la Panaderia y salimos fascinados de la cantidad de hechos que han acaecido en la Plaza Mayor y que desconociamos como el del "cementerio" de los gorriones.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias por traernos este pedacito de Madrid a la mente. Muy curiosa y triste la anecdota pero me ha encantado como nos lo cuentas. Hace tiempo visitamos la casa de la Panaderia y salimos fascinados de la cantidad de hechos que han acaecido en la Plaza Mayor y que desconociamos como el del "cementerio" de los gorriones.
ResponderEliminarUn beso.
Ya conocía esta interesante y curiosa historia . Tuve la suerte de que me la contaras hace tiempo en la misma Plaza Mayor ,junto al caballo y me sorprendió . Me gusto la historia, por que la suerte que corrieron los pobres gorriones me da mucha pena .Un beso y sigue contándonos más cosas de Madrid .
ResponderEliminarLas fotografías son muy bonitas,
ResponderEliminarla verdad es que es esta una historia muy triste,yo que soy una amante de los animales,aunque sean gorriones callejeros,lo he pasado fatal leyéndote,pobrecillos morir allí atrapados ,menos mal que le cerraron la boca al caballo ,he paseado muchas veces por esa plaza es una zona especial y muy emblematica
Bss
No pensáis que dan ganas de hacer con mucha gente con la que por desgracia tenemos que convivir, lo mismo que le hicieron al caballo ,es decir cerrarles la boca, al menos durante una temporada . Muchísimas gracias por vuestros comentarios . Un abrazo para todos.
ResponderEliminarPues yo pienso que es mejor que todo el mundo diga lo que tiene que decir aunque no nos guste,lo de cerrar la boca a la gente suena un poco represor,sin tolerancia no somos nadie
ResponderEliminar.bssssssssss